miércoles, 23 de septiembre de 2009

Carta a Carstens...

Les envío la columna "Gaceta del Angel", del periódico Reforma.
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Oiga, Don Carstens,
Lo acabo de ver en la TV y quedé francamente sorprendido. Por boca de usted vine a saber que la Secretaría a su digno cargo planea para septiembre un aumento en los impuestos. Dijo usted esto y se quedó con rostro muy satisfecho y bonachón, haga de cuenta Oliver Hardy cuando lograba pedir su refresco de sasafrás.
No es por molestarlo, Don Carstens, pero de una vez le voy diciendo que me niego y me negaré rotundamente a aceptar esa alza que, tal como fue presentada, más parecía una "puntada", que algo bien razonado y de cara a la ciudadanía.
Ustedes hacen sus reunioncitas para tomar decisiones que afectarán a todos y así, sin la menor explicación, nos anuncian esos cambios que siempre son, según ustedes, "para bien de la patria". Cada vez que nos hacen su perrería pretenden aplacarnos diciendo que todo es para servirnos mejor.
A mis 65 años de edad, he tenido ya tiempo suficiente para comprobar que no hay cambios sustanciales que avalen lo dicho por la alta burocracia.
Es decir, nuestros servicios siguen siendo de chisguete y para comprobarlo basta observar el ominoso y tornadizo comportamiento de la energía eléctrica en nuestros hogares cualquier tarde lluviosa. Es un desastre, como lo es el campo, como lo son esos hospitales rurales que, al poco tiempo de su inauguración, ya han sido saqueados y desabastecidos.
Miremos hacia la educación y de ninguna manera miramos el afable e inteligente rostro de Don Pablo Latapí, sino el de la Gordillo, esa mancha escurridiza, deforme y acuosa, o asomémonos a nuestros corruptísimos cuerpos policíacos que ya no pueden ser más ignorantes, más miedosos, más impreparados y más dispuestos a transar con la delincuencia.
Junto a esto, veamos los crecientes salarios y prebendas de los diputados, senadores y toda la caterva de "los que ya llegaron". Ellos, no nosotros, son los únicos beneficiarios de estos aumentos que, de tiempo en tiempo, se les ocurren a los de nuestra casta dominante.
Mi estimado Don Carstens: ¿quiere usted subir los impuestos?, bueno, pero primero díganos por qué, explíquenos de modo sencillo cómo es que no le están saliendo las cuentas y necesita más dinero; dinero que, no lo olvide, sigue siendo nuestro y nunca de usted. Los países que llamamos "democráticos" están obligados a tener un gobierno al que tienen que mantener para que éste, entre otras cosas, administre bien el dinero que ponemos en sus manos y lo aplique con tino y rectitud.
Resulta, Don Carstens, que ahora va a necesitar más y yo ciudadano y causante tengo todo el derecho a preguntar: ¿para qué lo quiere?, necesito que nos muestre una lista puntual y desglosada de a qué se van a aplicar esos nuevos dineros; de otra manera, esto sería pachanga y un flagrante abuso de autoridad de su parte.
Quedamos claros: si no me explica para qué lo quiere, no le voy a dar ni un centavo de mi dinero que en este año horrendo he podido reunir con trabajos y chambas que ni usted, ni sus diputados pueden imaginar.
Hacer el anuncio del aumento al tiempo que los periódicos denuncian los gastos imbéciles de la Presidencia y de su administración, es un insulto intolerable.
No pago porque no es ético y háganle como quieran.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Evolucionismo y ateísmo, de Julio Muñoz Rubio

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El evolucionismo y la necesidad de ser ateo
Julio Muñoz Rubio
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Las declaraciones del presidente Felipe Calderón en las que responsabiliza al ateísmo de la drogadicción de miles de jóvenes, debe hacer pensar sobre el papel que las religiones han desempeñado históricamente en la dispersión de mentiras y falsedades.
Sin embargo, nos topamos con un obstáculo: la exigencia de respeto a las religiones es uno de los valores más universalmente aceptados. La religión ha aparecido siempre revestida de una gruesa y misteriosa capa protectora que le impide ser cuestionada. Es curioso que no ocurra así en otro tipo de debates.
Se pueden atacar las creencias u opiniones de toda persona en casi cualquier otro ámbito de la vida: puede debatirse sobre lo que sea: PAN contra PRD, Chivas contra América, Sky contra Cablevisión, Beatles contra Rolling Stones, alopatía contra homeopatía, etcétera. Pero, ¿ateísmo contra religión? ¡Cuidado! Que nadie ose alzar la voz para cuestionar, aunque sea de manera mínima a la religión o a sus seguidores, porque a la menor provocación se alza firme la voz que exclama: “¡Respeto a mis creencias!”
Pero, ¿hasta qué punto está justificada esta actitud? ¿Hay que respetar, sobre cualquier otra cosa, las creencias religiosas sin importar lo que impliquen? Un análisis atento del asunto, como el que realiza el zoólogo y evolucionista británico Richard Dawkins en su reciente libro, El espejismo de Dios, muestra que esto no tiene por qué ser así.
Si bien es cierto que cada quien tiene derecho a creer lo que quiera, y es de elogiar que muchas personas, impulsadas por su religión, hayan luchado, a veces hasta dar la vida, por la justicia y la libertad, eso no puede dejar de lado el carácter mismo de la religión en cuanto a su valor de verdad. No es simplemente que el mundo de la fe y el de la ciencia estén separados y no tengan punto de contacto y por tanto que la ciencia o los científicos no se ocupen de religión. Esa explicación no basta, dice Dawkins con razón.
Sin caer en el cientificismo chocante, sí hay que recalcar que hace 150 años Charles Darwin, con rigor científico sobresaliente, demostró la falsedad de la visión religiosa en cuanto a la naturaleza del mundo vivo y la creación. Demostró que la visión creacionista es una mentira, la cual, sin embargo, se ha propalado por el mundo, a pesar de la evidencia científica en su contra, gracias al poder de las instituciones eclesiásticas.
La falsedad de la religión puede ser puesta a prueba científicamente. También de esta forma se puede demostrar que los muertos no pueden levantarse y andar, que los espíritus de las personas no pueden subir al cielo, que las piedras no se pueden convertir en pan ni el agua en vino, que Dios no existe.
Así, no es posible unir a la ciencia con la religión. Un principio básico de la lógica dice que dos proposiciones contrapuestas no pueden ser verdaderas simultáneamente: es una o la otra.
La exigencia abstracta de respeto a la creencia religiosa pasa por alto, además, las formas concretas con las que por milenios la religión le ha sido impuesta a millones de personas: oleadas de niños a lo largo de la historia han sido obligados mediante crueles castigos, sufrimientos, chantajes, creación de sentimientos de culpa, de inferioridad y de cultivar el sadomasoquismo, a adoptar principios religiosos, en una etapa de su vida en la que no pueden comprender de qué se les está hablando ni se les da la oportunidad de conocer otras visiones del mundo. Mediante guerras santas se ha obligado a pueblos enteros a someterse a los dictados de las instituciones que se autodefinen como la elegidas para imponer sus creencias religiosas.
¿A título de qué tienen que respetarse esas prácticas?
No, la humanidad hace tiempo que ha sido capaz de salir de las catacumbas de la mentira religiosa. La teoría de la evolución de Darwin revolucionó el mundo, porque sustituyó una visión falsa por una verdadera y la búsqueda incesante de la verdad, y con ello realzó la superioridad ética de la verdad frente a la mentira y el ocultamiento. En un mundo como el presente, en un México como el actual, en el que las fuerzas más oscurantistas se solazan en dominar a sangre y fuego y fomentar la ignorancia y el fanatismo para perpetuar la injusticia, la búsqueda de la verdad adquiere un carácter subversivo y revolucionario que jamás ha tenido. El evolucionismo es una de las mejores herramientas para eliminar la imposición religiosa de la condición humana.
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Puede consultarse en LA JORNADA del 06 de agosto de 2009:

Carta a los maestros reprobados

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Carta de Carlos Alazraki a los aspirantes a maestros reprobados
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Estimados maestros:
Ya estoy empezando a entender el porqué de las cosas que nos están pasando en nuestro querido México.
Ahora sí estoy entendiendo el porqué de los atrasos de nuestros niños.
Ya entendí el porqué países más fregados que nosotros están mucho mejor que nosotros en materia educativa.
Ya entendí el porqué de tanta delincuencia juvenil.
Ya entendí por qué tenemos a tantos salvajes manejando por esta ciudad.
Ya entendí el porqué de tantos policías corruptos.
Entendí por qué tanta drogadicción entre nuestros jóvenes.
Es más, hasta por qué somos tan bultos en las Olimpiadas.
¡Claro!, ahora sí está más claro el porqué de lo mucho de lo que nos está pasando, ¡¡¡¡¡¡Se los debemos a ustedes!!!!!!
¿Cómo es posible que de 71,000 aspirantes a una plaza 20 en el servicio docente, 2 de cada 3 candidatos reprobaran?
¿Cómo es posible que de 53,406 aspirantes que salieron graduados de las escuelas Normales, solamente 3 de cada 10 solicitantes aprobaron su examen para una plaza?
Y para el colmo de los colmos:
¿Cómo es posible que de los 17,648 maestros activos —sin plaza— solamente 7,150 aprobaron?
Y que además —como premio— ninguno de los 17,648 maestros activos... ¡¡¡¡¡¡haya perdido su trabajo!!!!!!
Y todavía quieren heredar y vender su plaza, negándole a Recién Egresados y gente capacitada una oportunidad, si bien trabajaron por años, también por años se les PAGO su salario la mayoría de sus veces INMERECIDAMENTE
son unos desvergonzados.
O sea maestros, burros o no, seguirán dándole clases a nuestros hijos...
Este es el panorama...
Maestros reprobados, dándole clases a nuestros hijos... ¡Qué horror!
Y luego nos preguntamos el porqué estamos como estamos..
Ahí está la respuesta:
Nuestros niños no están preparados...
Nuestros niños entran muy mal preparados a las secundarias.
Todo gracias a ustedes.
Pero esto no les importa, ¿verdad?
¡Por supuesto que no!
Es mucho mejor marchar por las calles del país que educarlos bien.
Es mejor bloquear carreteras, no permitir que la gente abra sus comercios y ponerse en huelga sin importar el tiempo que los niños se queden sin escuela, que prepararlos mejor.
Tienen razón...
Es mejor bloquear carreteras para exigir un aumento de sueldo que no merecen.
Es mejor tener una lideresa vitalicia que se la pase grillando todos los días, que abrir a la democracia a su sindicato.
Es mejor que los 2 sindicatos de maestros sigan peleándose entre sí que analizar de cómo mejorar el nivel de la educación.
Maestros reprobados:
Tengo pavor por el futuro de México, si es que ustedes van a seguir dando clases.
Tengo pavor que un país tan maravilloso como el nuestro, sea desplazado por países más disciplinados y conscientes que nosotros.
Tengo pavor que —como en las Olimpiadas— México sume fracaso tras fracaso en la competencia mundial.
Y todo porque no hay una buena educación.
Ni física ni mental.
Es aberrante que ustedes, bola de fracasados, pretendan enseñarles a nuestros hijos como triunfar.
México no los merece.
Sean conscientes de lo que ustedes significan para nuestros hijos y prepárense mejor.
Con todos los recursos que tenemos, con toda la información disponible de que disponemos, no es normal que hayan reprobado.
Pero en fin...
No es culpa suya nada más...
Es culpa de un sistema que ya se agotó hace 20 años y que el poder no sabe cómo cambiar.
En fin, qué le vamos hacer...
Este es otro triste capítulo de la odiada obra:
'Por eso Estamos como Estamos'...

jueves, 3 de septiembre de 2009

Los que mueven a México, de Denise Dresser

LOS QUE MUEVEN A MEXICO
DENISE DRESSER
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Alguna vez, el periodista Julio Scherer García le pidió a Ernesto Zedillo que le hablara de su amor por México. Le sugirió que hablara del arte, de la geografía, de la historia del país. De sus montañas y sus valles y sus volcanes y sus héroes y sus tardes soleadas. El ex-presidente no supo qué contestar. Hoy es probable que muchos mexicanos tampoco sepan cómo hacerlo. Hoy el pesimismo recorre al país e infecta a quienes entran en contacto a él. México vive obsesionado con el fracaso. Con la victimización. Con todo lo que pudo ser pero no fue. Con lo perdido, lo olvidado, lo maltratado. Con la crónica de catástrofes; de corruptelas; de personajes demasiado pequeños para el país que habitan.
México padece lo que Jorge Domínguez, en un artículo en Foreign Affairs, bautizó como la “fracasomanía”: el pesimismo persistente ante una realidad que parece inamovible. La propensión colectiva a pensar que la corrupción no puede ser combatida; que los políticos no pueden ser propositivos; que la sociedad no puede ser movilizada; que la población no puede ser educada; que los buenos siempre sucumben; que los reformadores siempre pierden. Por ello es mejor callar. Es mejor ignorar. Es mejor emigrar.
Pero lo que nos congrega aquí hoy sugiere lo contrario. Por cada tache que se le pueda colocar a este país, existe una paloma. Más de 50 palomas. Frente a todos los motivos para cerrar los ojos están todos los motivos para abrirlos. Frente a las razones para perder la fe en México estan todas las razones para recuperarla. La determinación de Lorena Ochoa. La pluma de Carlos Fuentes. La inteligencia de Mario Molina. El profesionalismo de Carlos Loret de Mola. El talento de Salma Hayek. La chispa de Diego Luna. La visión empresarial de María Asunción Aramburuzavala. La imaginación de Angeles Mastretta. El humor de Carlos Monsivaís. La tenacidad de Alejandra de Cima. La sencillez de Gael García Bernal. Las canciones de Julieta Venegas. El espíritu democrático de Margarita Zavala. La creatividad de Julieta Fierro. La forma en la cual Alondra de la Parra conduce una orquesta o Rafael Márquez mete un gol o Cristina Pacheco hace una entrevista. La labor filantrópica de Alfredo Harp Helu. El periodismo implacable de Miguel Angel Granados Chapa. La arquitectura de Teodoro González de Leon. La voz de Ximena Sariñana. Los huipiles de Beatriz Paredes.
Cada persona tendrá su propia lista, su propio pedazo del país colgado del corazón. Una lista larga, rica, colorida, voluptuosa, fragante.. Una lista que debe comenzar con las palabras de la chef Marta Ortiz Chapa: “Siempre me gusto ser mexicana”. Una lista con la cual contener el pesimismo; un antídoto ante la apatía; una vacuna contra la desilusión. Una lista de lo mejor de México. Una lista para despertarse en las mañanas. Una lista para pelear contra lo que Susan Sontag llamó “la complicidad con el desastre”.
Una lista como la compilada por la revista “Quien” hoy pero que en mi propio caso va más allá de ello para incluir todo lo que yo amo de mi país. Los murales de Diego Rivera. Las enchiladas suizas de Sanborns. Las mariposas en Michoacán. El cine de Alfonso Cuarón. El valor de Emilio Alvarez Icaza. Los huevos rancheros y los chilaquiles con pollo. El mole negro de Oaxaca. Los libros de Elena Poniatowska. La decencia de Germán Dehesa. Los tacos al pastor con salsa y cilantro. El mar en Punta Mita. La poesía de Efraín Huerta. El Espacio Escultórico al amanecer. Cualquier Zócalo, cualquier domingo.
La forma en que los mexicanos se besan y se saludan y se dicen “buenas tardes” al subirse al elevador. Las fiestas ruidosas los sábados por la tarde. La casa de Luis Barragán. Los amigos que siempre tienen tiempo para tomarse un tequila. Los picos coloridos de las piñatas. Las casas de Manuel Parra. Las bugambilias y los alcatraces y los magueyes. Las caricaturas de Naranjo y los cartones de Calderón. El helado de guanabana. La talavera de Puebla. Las fotografías de Graciela Iturbide. Los mangos con chile parados en un palo de madera. Las comidas largas y las palmeras frondosas. Las mujeres del grupo Semillas y las mujeres que luchan por otras – todavía – en Ciudad Júarez.
Y más allá de este recinto y este reconocimiento a cincuenta personas, habría que aprovechar la ocasión para pensar un momento en todos aquellos que también mueven a México. Sus habitantes. Ese país habitado por millones de hombres y mujeres mexicanas que se levantan al alba a prender la estufa, a preparar el desayuno, a remojar el arroz, a planchar los pantalones, a terminar la trenza, a correr detrás del camion, a trabajar donde puedan y donde les paguen por hacerlo. El país de muchas mujeres y hombres que duermen poco porque cargan con mucho.
Para acompañarlos les pido que piensen por un momento en las siguientes preguntas. Y si ustedes vivieran y mantuvieran a sus familias con 3,000 pesos al mes? Y si les tomara mas de dos horas y tres formas diferentes de transporte público llegar a su trabajo? Y si al regresar a casa, despues de un largo día, su esposo las golpeara? Y si, aunque ustedes contaran su caso cientos de veces, prevaleciera el silencio? Y si su hija o su madre o su hermana fuera violada en la calle o cerca de un cuartel del Ejército? Y si en el Ministerio Público le dijeran que ella se lo buscó o que lo ocurrido no es un crimen? Y si resultara embarazada y la despidieran por ello? Y si hubiera complicaciones y no pudiera pagarle al médico? Y si ustedes estuvieran condenadas a la precariedad cotidiana como tantas más?
Para muchas mujeres en México esas preguntas no son hipotéticas sino reales. No representan lo que podría ocurrir sino lo que ocurre. En México, ser mujer entraña tener sólo 7 años de escolaridad promedio. En México ser mujer y trabajar en una maquiladora significa estar en peligro de muerte. En México, ser mujer implica el 30 por ciento de probabilidad de tener un hijo antes de los 20 años. En México todavía entraña luchar por el derecho a serlo.
Porque el país cambia pero no lo suficiente; porque México se mueve pero no a la velocidad que podría y debería. Algo estál mal. Algo no funciona. Tiene que ver con el control y los privilegios. Tiene que ver con 23 millones de personas en este país que viven con 20 pesos al dia. Tiene que ver con que 1 de cada 5 mexicanos entre la edad de 25 y 35 años vive y trabaja en Estados Unidos. Tiene que ver con el éxodo de 400,000 migrantes que cruzan la frontera en busca de oportunidades que no encuentran en su propio país. Con que el hijo de un obrero tiene solo el 5 por ciento de probabilidades de convertirse en profesionista.
Allí estan para quien las quiera ver: señales claras de un statu quo que es insostenible; síntomas de problemas profundos, históricos, estructurales. A lo largo del sur del país y a lo ancho de sus zonas más pobres. En cada institución disfuncional y en cada funcionario insensible que la encabeza. En cada decisión arbitraria por parte de alguien que ejerce el poder y en cada mexicana que padece sus consecuencias.
De allí que se vuelva imperativo celebrar a aquellos que están en la lista de quienes mueven a México, y al mismo tiempo reflexionar en lo mucho que falta por hacer. Pensar en un México menos cupular y más ciudadano. Menos elitista y más democrático. Menos interesado en retener las oportunidades insólitas que tienen algunos y más interesado en crearlas para otros. De lo que se trata, en esencia, es de cambiar la forma geométrica del país. Pasar del triángulo al rombo. Crear una amplia clase media poblada por personas con voz, con derechos, con oportunidades para generar riqueza y acumularla. Crear mexicanos, emprendedores, educados, competitivos, meritocráticos porque el país les permite serlo. Crear un sistema económico que promueva la movilidad social en vez de permitir la perpetuacion de obstaculos que la inhiben.
Y vivir todos los días con esa lista de lo mejor y lo posible para así pelear contra la lógica enraizada del “por lo menos”: “por lo menos hay paz social; “por lo menos” la pobreza extrema ha disminuido un poco; “Por lo menos no ocupamos el último lugar en las evaluaciones PISA de educación”. “Por lo menos en el sexenio pasado sólo se robaron un Jeef Rojo y una Hummer”. Hoy, la lógica compartida del “por lo menos” equivale a una defensa de la mediocridad. Equivale a una apología del statu quo que beneficia a pocos y perjudica a muchos. México solo será un país mejor cuando sus habitantes dejen de pensar en términos relativos y empiecen a exigir en términos absolutos. Cuando se conviertan en profetas armados con una visión de lo que podría ser. Cuando empuñen lo que Martin Luther King llamó “coraje moral”. Cuando vociferen que los bonos sexenales y la rapacidad de los sindicatos y la educación atorada y el desempleo constante y la inseguridad lacerante son realidades que ningún mexicano está dispuesto a aceptar. Porque si nadie alza la vara, el país seguirá viviendo – aplastado - debajo de ella. Porque si sólo 50 personas exigen que las cosas cambien, nunca lo harán. Porque si los mexicanos siguen habitando el laberinto de la conformidad, sera muy difícil sacudir al país desde allí.
Quienes pueblan esta lista saben que hay tanto por hacer; tanto por cambiar; tantos sitios donde amontonar el optimismo. El optimismo de la voluntad frente al pesimismo de la inteligencia. El optimismo perpetuo que se convierte en multiplicador.El optimismo que debe llevar espero – a cada uno de los presentes – a hacer una declaración de fe, como la frase que acuñó Rosario Castellanos. Una filosofía personal para ver y andar, vivir y cambiar, participar y no sólo presenciar.
Una filosofía para compartir la terca esperanza de quien habla hoy y acompaña a los premiados. La convicción inquebrantable de mejorar a México. De restañar a la República. De volver a México un país de ciudadanos. Un lugar poblado por personas conscientes de sus derechos y dispuestos a contribuir para defenderlos. Dispuestos a llevar a cabo pequeñas acciones que produzcan grandes cambios. Dispuestos a sacrificar su zona de seguridad personal para que otros la compartan.
Yo creo que ser de clase media en un país con cuarenta millones de pobres es ser privilegiado. Y los privilegiados tienen la obligación de regresar algo al país que les ha permitido obtener esa posición. Porque para qué sirve la experiencia, el conocimiento, el talento, si no se usa para hacer de México un lugar más justo? Para qué sirve el ascenso social si hay que pararse sobre las espaldas de otros para conseguirlo? Para qué sirve la educación si no se ayuda a los demás a obtenerla? Para qué sirve la riqueza si hay que erigir cercas electrificadas cada vez más altas para defenderla? Para qué sirve ser habitante de un país si no se asume la responsabilidad compartida de asegurar vidas dignas allí? Yo creo en la obligación ciudadana de vivir en la indignación permanente: criticando, denunciando, proponiendo, sacudiendo. Porque los buenos gobiernos se construyen a base de buenos ciudadanos y sólo los inconformes lo son.
Yo creo que muchos de los miembros de esta lista logran hacer cosas extraordinarias. Aquellos que hacen más que pararse en fila y en silencio. Individuos que pelean por los derechos de quienes ni siquiera saben que los tienen. Alejandro Martí, denunciando a los policías cómplices y acorralando a los políticos que los protegen. Carmen Aristegui, lidereando la oposición contra la impunidad y concientizando al país sobre sus efectos. Guillermo Ortiz, peleando por la competencia y denunciando los costos que el país ha pagado al obstaculizarla. María Elena Morera, sacudiendo a una sociedad altergada y ayudándola a discernir el papel que debería desempenar. Miguel Angel Granados Chapa, defendiendo—con su columna -- la humanidad esencial de quienes la han perdido y ayudándolos a recuperarla. Ellos y tantos más, héroes y heroínas de todos los días. Ombudsmans cotidianos.
Yo creo que mientras existan individuos como muchos de los que hoy celebramos – encendidos, comprometidos, preocupados – el contagio continuará, poco a poco, y a empujones como todo lo que vale la pena. El monólogo de los líderes se convertirá en el coro de la población. La exasperación de los ciudadanos construirá cercos en torno a los políticos. Yo creo que un día – no tan lejano, quizás – habrá un diputado que suba a la tribuna y exija algo a nombre de la gente que lo ha elegido. En lugar de mirar con quién se codea en el poder, mirará a quienes lo llevaron allí. Y México será otro país, otro.
Yo creo que eso es posible, pero sólo ocurrirá cuando la fe los mexicanos aplaudidos por la revista “Quien” se vuelva la convicción de muchos. Cuando la crítica fácil se traduzca en la participación transformadora. Cuando la creencia en el cambio se concretice en acciones diarias para asegurarlo. Cuando más mexicanos memoricen las palabras de mi amigo – el empresario y filántropo -- Manuel Arango: “El que no sepa qué hacer por México que se ponga a saltar en un solo pie y algo se le ocurrirá”. Cuando saltando juntos logremos, de verdad, mover mejor a México.
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