martes, 8 de diciembre de 2009

De Daniel Solorio Ramírez

Una nota de mi amigo Daniel Solorio Ramírez, de Mexicali:
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De qué color es la burra parda, amigos abogados...? El Consejo de la Judicatura debe investigar
Daniel Solorio Ramírez

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1. Introducción.
Me impacta sobremanera que el profesionalismo de Arnoldo Castilla, digno colega, ilustre profesor de múltiples generaciones, descalifique la denuncia del Colegio de Abogados. Me deja poquito menos que patuleco. Y más porque influye a muchos. Veamos si no. Ya se le sumaron mis respetables colegas de la Federación Estatal de Colegios de Abogados. En representación de cinco o seis colegios (hermanos del nuestro) un vicepresidente federado ya publicita que sólo quien tiene los pelos en la mano puede decir que la burra es parda. Todo eso me desconcierta. Me desazona. Casi me angustia.
2. Denuncias y querellas.
De vez en cuando vale la pena volver a los orígenes. A los conceptos fundamentales. Veamos: Hay denuncias de interés privado y otras de interés público. A las primeras se les llama querellas. A nadie sino al querellante interesa probar los hechos. Porque si quedan probados o no, sólo el querellante será beneficiado o afectado. La autoridad no tiene tiempo, ni ganas, ni el deber de investigarlos. Por eso debe probarlos el denunciante. Porque es su propio y personal interés. No hay razón para que la autoridad use recursos públicos para ese tipo de investigaciones. 3.La confiabilidad de la justicia.
Pero hay otras de interés público. Todos tenemos el deber de denunciar los hechos y la autoridad debe investigarlos sin demora, so pena de incurrir en complicidades. Porque de ser ciertos los hechos no sufre uno, ni dos, ni tres individuos. Sufre la sociedad entera. Sufren los limpios intereses de millares de personas. De esas investigaciones suele depender que los poderes públicos vivan al servicio del pueblo que los paga, o que dediquen sus recursos a privilegiar intereses fascinerosos. Tales son los hechos denunciados por el Colegio de Abogados. De ser ciertos se viene a pique la credibilidad de nuestro lastimado sistema de justicia. Esa que tanta gente considera muy escasa. Por eso, por su propia naturaleza, esos hechos deben ser investigados con recursos públicos. ¿Tiene sensatez, acaso, exigir al denunciante que los pruebe...?
4. El presidente Huape.
Todo abogado tiene el deber jurídico de hacer suya la denuncia del Colegio. El Consejo de la Judicatura debe investigar con la eficiencia que aplica cuando tiene ganas. Lejos de ser un desatino, esa denuncia dignifica la presidencia que ejerce José Luis Huape Rodríguez. Hace honor a su representación. Ningún magistrado, ningún juez, ningún jurista puede llamarse a ofendido. Por eso me desconcierta oír que la burra es parda sólo si tienes los pelos en la mano. ¿…Y si no los tienes de qué color es la burra...? ¿O de plano en esa hipótesis no existe la burra...? Para saberlo hay una autoridad llamada por la Constitución a investigar. Eso es así, amigos abogados, amigos profesores, amigos jueces, amigos magistrados. Mis colegas penalistas están haciendo escuela.
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Saludos al maestro!!

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Nota de Daniel Solorio Ramírez sobre LYFC

Como siempre es un verdadero gusto leer una comunicación del querido amigo y maestro Daniel Solorio Ramírez:
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COMPAÑIA DE LUZ Y FUERZA DEL CENTRO Y TERMINACIÓN ADMINISTRATIVA DE RELACIONES DE TRABAJO.
Daniel Solorio Ramírez*
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La Ley Federal de Empresas Paraestatales ( art. 16 ) concede poderes al presidente para “… extinguir …” empresas publicas del gobierno federal “incosteables” pero omite toda referencia a los derechos de los trabajadores de esas empresas. Esa omisión, empero, debe ser interpretada en el marco del articulo 123 Constitucional y de la Ley Federal del Trabajo, en cuya virtud nadie sino los tribunales del trabajo pueden autorizar la terminación de las relaciones de trabajo previas las formalidades esenciales del procedimiento y con audiencia de los trabajadores. Se impone, pues, una interpretación conforme a la Constitución, y no una lectura letrista de la ley.
Pero en el caso de Luz y Fuerza del Centro, el presidente Calderón tenía prisa. No le pareció necesario que la empresa oyera en juicio a sus trabajadores ni a su sindicato en cuanto a la supuesta incosteabilidad de la empresa. Prefirió ser dogmático. Así, simultáneamente a la “…extinción…” de L y F C dio por concluidas las relaciones laborales con los aproximadamente 45 000 trabajadores y dispuso que todos sean indemnizados, quiéranlo o no. Su pretensión evidente es destruir al Sindicato de Trabajadores Electricistas, abierto opositor desde hace muchos años de los intentos de privatización de la industria eléctrica.
Por eso los trabajadores y su sindicato ( SME ) hoy están peleando ante los tribunales de amparo y simultáneamente ante los del trabajo su derecho a probar que la empresa no es incosteable. Que no hay razón jurídica para cerrarla. Sostienen que la facultad del presidente no es omnímoda, sino controlada por la Constitución, por la LFT y por la propia Ley de Paraestatales. Afirman que el presidente solo puede cerrar empresas cuya incosteabilidad sea probada en juicio con audiencia de los trabajadores y su sindicato.
Porque en derecho mexicano del trabajo el empresario no puede cerrar su empresa a voluntad sino únicamente por causa justificada y previa audiencia de sus trabajadores. ¿estamos de acuerdo en esto,..?
Pero en fin, de algo no parece haber mayor duda: en el caso del SME y de Luz y Fuerza del Centro el presidente ha obrado absolutamente al margen del orden jurídico. Predeciblemente será derrotado en los tribunales.
¿ o cual es tu opinión jurídica, amigo abogado,..?
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*El autor es profesor de derecho constitucional y amparo en la facultad de derecho Mexicali UABC.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Carta a Carstens...

Les envío la columna "Gaceta del Angel", del periódico Reforma.
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Oiga, Don Carstens,
Lo acabo de ver en la TV y quedé francamente sorprendido. Por boca de usted vine a saber que la Secretaría a su digno cargo planea para septiembre un aumento en los impuestos. Dijo usted esto y se quedó con rostro muy satisfecho y bonachón, haga de cuenta Oliver Hardy cuando lograba pedir su refresco de sasafrás.
No es por molestarlo, Don Carstens, pero de una vez le voy diciendo que me niego y me negaré rotundamente a aceptar esa alza que, tal como fue presentada, más parecía una "puntada", que algo bien razonado y de cara a la ciudadanía.
Ustedes hacen sus reunioncitas para tomar decisiones que afectarán a todos y así, sin la menor explicación, nos anuncian esos cambios que siempre son, según ustedes, "para bien de la patria". Cada vez que nos hacen su perrería pretenden aplacarnos diciendo que todo es para servirnos mejor.
A mis 65 años de edad, he tenido ya tiempo suficiente para comprobar que no hay cambios sustanciales que avalen lo dicho por la alta burocracia.
Es decir, nuestros servicios siguen siendo de chisguete y para comprobarlo basta observar el ominoso y tornadizo comportamiento de la energía eléctrica en nuestros hogares cualquier tarde lluviosa. Es un desastre, como lo es el campo, como lo son esos hospitales rurales que, al poco tiempo de su inauguración, ya han sido saqueados y desabastecidos.
Miremos hacia la educación y de ninguna manera miramos el afable e inteligente rostro de Don Pablo Latapí, sino el de la Gordillo, esa mancha escurridiza, deforme y acuosa, o asomémonos a nuestros corruptísimos cuerpos policíacos que ya no pueden ser más ignorantes, más miedosos, más impreparados y más dispuestos a transar con la delincuencia.
Junto a esto, veamos los crecientes salarios y prebendas de los diputados, senadores y toda la caterva de "los que ya llegaron". Ellos, no nosotros, son los únicos beneficiarios de estos aumentos que, de tiempo en tiempo, se les ocurren a los de nuestra casta dominante.
Mi estimado Don Carstens: ¿quiere usted subir los impuestos?, bueno, pero primero díganos por qué, explíquenos de modo sencillo cómo es que no le están saliendo las cuentas y necesita más dinero; dinero que, no lo olvide, sigue siendo nuestro y nunca de usted. Los países que llamamos "democráticos" están obligados a tener un gobierno al que tienen que mantener para que éste, entre otras cosas, administre bien el dinero que ponemos en sus manos y lo aplique con tino y rectitud.
Resulta, Don Carstens, que ahora va a necesitar más y yo ciudadano y causante tengo todo el derecho a preguntar: ¿para qué lo quiere?, necesito que nos muestre una lista puntual y desglosada de a qué se van a aplicar esos nuevos dineros; de otra manera, esto sería pachanga y un flagrante abuso de autoridad de su parte.
Quedamos claros: si no me explica para qué lo quiere, no le voy a dar ni un centavo de mi dinero que en este año horrendo he podido reunir con trabajos y chambas que ni usted, ni sus diputados pueden imaginar.
Hacer el anuncio del aumento al tiempo que los periódicos denuncian los gastos imbéciles de la Presidencia y de su administración, es un insulto intolerable.
No pago porque no es ético y háganle como quieran.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Evolucionismo y ateísmo, de Julio Muñoz Rubio

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El evolucionismo y la necesidad de ser ateo
Julio Muñoz Rubio
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Las declaraciones del presidente Felipe Calderón en las que responsabiliza al ateísmo de la drogadicción de miles de jóvenes, debe hacer pensar sobre el papel que las religiones han desempeñado históricamente en la dispersión de mentiras y falsedades.
Sin embargo, nos topamos con un obstáculo: la exigencia de respeto a las religiones es uno de los valores más universalmente aceptados. La religión ha aparecido siempre revestida de una gruesa y misteriosa capa protectora que le impide ser cuestionada. Es curioso que no ocurra así en otro tipo de debates.
Se pueden atacar las creencias u opiniones de toda persona en casi cualquier otro ámbito de la vida: puede debatirse sobre lo que sea: PAN contra PRD, Chivas contra América, Sky contra Cablevisión, Beatles contra Rolling Stones, alopatía contra homeopatía, etcétera. Pero, ¿ateísmo contra religión? ¡Cuidado! Que nadie ose alzar la voz para cuestionar, aunque sea de manera mínima a la religión o a sus seguidores, porque a la menor provocación se alza firme la voz que exclama: “¡Respeto a mis creencias!”
Pero, ¿hasta qué punto está justificada esta actitud? ¿Hay que respetar, sobre cualquier otra cosa, las creencias religiosas sin importar lo que impliquen? Un análisis atento del asunto, como el que realiza el zoólogo y evolucionista británico Richard Dawkins en su reciente libro, El espejismo de Dios, muestra que esto no tiene por qué ser así.
Si bien es cierto que cada quien tiene derecho a creer lo que quiera, y es de elogiar que muchas personas, impulsadas por su religión, hayan luchado, a veces hasta dar la vida, por la justicia y la libertad, eso no puede dejar de lado el carácter mismo de la religión en cuanto a su valor de verdad. No es simplemente que el mundo de la fe y el de la ciencia estén separados y no tengan punto de contacto y por tanto que la ciencia o los científicos no se ocupen de religión. Esa explicación no basta, dice Dawkins con razón.
Sin caer en el cientificismo chocante, sí hay que recalcar que hace 150 años Charles Darwin, con rigor científico sobresaliente, demostró la falsedad de la visión religiosa en cuanto a la naturaleza del mundo vivo y la creación. Demostró que la visión creacionista es una mentira, la cual, sin embargo, se ha propalado por el mundo, a pesar de la evidencia científica en su contra, gracias al poder de las instituciones eclesiásticas.
La falsedad de la religión puede ser puesta a prueba científicamente. También de esta forma se puede demostrar que los muertos no pueden levantarse y andar, que los espíritus de las personas no pueden subir al cielo, que las piedras no se pueden convertir en pan ni el agua en vino, que Dios no existe.
Así, no es posible unir a la ciencia con la religión. Un principio básico de la lógica dice que dos proposiciones contrapuestas no pueden ser verdaderas simultáneamente: es una o la otra.
La exigencia abstracta de respeto a la creencia religiosa pasa por alto, además, las formas concretas con las que por milenios la religión le ha sido impuesta a millones de personas: oleadas de niños a lo largo de la historia han sido obligados mediante crueles castigos, sufrimientos, chantajes, creación de sentimientos de culpa, de inferioridad y de cultivar el sadomasoquismo, a adoptar principios religiosos, en una etapa de su vida en la que no pueden comprender de qué se les está hablando ni se les da la oportunidad de conocer otras visiones del mundo. Mediante guerras santas se ha obligado a pueblos enteros a someterse a los dictados de las instituciones que se autodefinen como la elegidas para imponer sus creencias religiosas.
¿A título de qué tienen que respetarse esas prácticas?
No, la humanidad hace tiempo que ha sido capaz de salir de las catacumbas de la mentira religiosa. La teoría de la evolución de Darwin revolucionó el mundo, porque sustituyó una visión falsa por una verdadera y la búsqueda incesante de la verdad, y con ello realzó la superioridad ética de la verdad frente a la mentira y el ocultamiento. En un mundo como el presente, en un México como el actual, en el que las fuerzas más oscurantistas se solazan en dominar a sangre y fuego y fomentar la ignorancia y el fanatismo para perpetuar la injusticia, la búsqueda de la verdad adquiere un carácter subversivo y revolucionario que jamás ha tenido. El evolucionismo es una de las mejores herramientas para eliminar la imposición religiosa de la condición humana.
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Puede consultarse en LA JORNADA del 06 de agosto de 2009:

Carta a los maestros reprobados

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Carta de Carlos Alazraki a los aspirantes a maestros reprobados
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Estimados maestros:
Ya estoy empezando a entender el porqué de las cosas que nos están pasando en nuestro querido México.
Ahora sí estoy entendiendo el porqué de los atrasos de nuestros niños.
Ya entendí el porqué países más fregados que nosotros están mucho mejor que nosotros en materia educativa.
Ya entendí el porqué de tanta delincuencia juvenil.
Ya entendí por qué tenemos a tantos salvajes manejando por esta ciudad.
Ya entendí el porqué de tantos policías corruptos.
Entendí por qué tanta drogadicción entre nuestros jóvenes.
Es más, hasta por qué somos tan bultos en las Olimpiadas.
¡Claro!, ahora sí está más claro el porqué de lo mucho de lo que nos está pasando, ¡¡¡¡¡¡Se los debemos a ustedes!!!!!!
¿Cómo es posible que de 71,000 aspirantes a una plaza 20 en el servicio docente, 2 de cada 3 candidatos reprobaran?
¿Cómo es posible que de 53,406 aspirantes que salieron graduados de las escuelas Normales, solamente 3 de cada 10 solicitantes aprobaron su examen para una plaza?
Y para el colmo de los colmos:
¿Cómo es posible que de los 17,648 maestros activos —sin plaza— solamente 7,150 aprobaron?
Y que además —como premio— ninguno de los 17,648 maestros activos... ¡¡¡¡¡¡haya perdido su trabajo!!!!!!
Y todavía quieren heredar y vender su plaza, negándole a Recién Egresados y gente capacitada una oportunidad, si bien trabajaron por años, también por años se les PAGO su salario la mayoría de sus veces INMERECIDAMENTE
son unos desvergonzados.
O sea maestros, burros o no, seguirán dándole clases a nuestros hijos...
Este es el panorama...
Maestros reprobados, dándole clases a nuestros hijos... ¡Qué horror!
Y luego nos preguntamos el porqué estamos como estamos..
Ahí está la respuesta:
Nuestros niños no están preparados...
Nuestros niños entran muy mal preparados a las secundarias.
Todo gracias a ustedes.
Pero esto no les importa, ¿verdad?
¡Por supuesto que no!
Es mucho mejor marchar por las calles del país que educarlos bien.
Es mejor bloquear carreteras, no permitir que la gente abra sus comercios y ponerse en huelga sin importar el tiempo que los niños se queden sin escuela, que prepararlos mejor.
Tienen razón...
Es mejor bloquear carreteras para exigir un aumento de sueldo que no merecen.
Es mejor tener una lideresa vitalicia que se la pase grillando todos los días, que abrir a la democracia a su sindicato.
Es mejor que los 2 sindicatos de maestros sigan peleándose entre sí que analizar de cómo mejorar el nivel de la educación.
Maestros reprobados:
Tengo pavor por el futuro de México, si es que ustedes van a seguir dando clases.
Tengo pavor que un país tan maravilloso como el nuestro, sea desplazado por países más disciplinados y conscientes que nosotros.
Tengo pavor que —como en las Olimpiadas— México sume fracaso tras fracaso en la competencia mundial.
Y todo porque no hay una buena educación.
Ni física ni mental.
Es aberrante que ustedes, bola de fracasados, pretendan enseñarles a nuestros hijos como triunfar.
México no los merece.
Sean conscientes de lo que ustedes significan para nuestros hijos y prepárense mejor.
Con todos los recursos que tenemos, con toda la información disponible de que disponemos, no es normal que hayan reprobado.
Pero en fin...
No es culpa suya nada más...
Es culpa de un sistema que ya se agotó hace 20 años y que el poder no sabe cómo cambiar.
En fin, qué le vamos hacer...
Este es otro triste capítulo de la odiada obra:
'Por eso Estamos como Estamos'...

jueves, 3 de septiembre de 2009

Los que mueven a México, de Denise Dresser

LOS QUE MUEVEN A MEXICO
DENISE DRESSER
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Alguna vez, el periodista Julio Scherer García le pidió a Ernesto Zedillo que le hablara de su amor por México. Le sugirió que hablara del arte, de la geografía, de la historia del país. De sus montañas y sus valles y sus volcanes y sus héroes y sus tardes soleadas. El ex-presidente no supo qué contestar. Hoy es probable que muchos mexicanos tampoco sepan cómo hacerlo. Hoy el pesimismo recorre al país e infecta a quienes entran en contacto a él. México vive obsesionado con el fracaso. Con la victimización. Con todo lo que pudo ser pero no fue. Con lo perdido, lo olvidado, lo maltratado. Con la crónica de catástrofes; de corruptelas; de personajes demasiado pequeños para el país que habitan.
México padece lo que Jorge Domínguez, en un artículo en Foreign Affairs, bautizó como la “fracasomanía”: el pesimismo persistente ante una realidad que parece inamovible. La propensión colectiva a pensar que la corrupción no puede ser combatida; que los políticos no pueden ser propositivos; que la sociedad no puede ser movilizada; que la población no puede ser educada; que los buenos siempre sucumben; que los reformadores siempre pierden. Por ello es mejor callar. Es mejor ignorar. Es mejor emigrar.
Pero lo que nos congrega aquí hoy sugiere lo contrario. Por cada tache que se le pueda colocar a este país, existe una paloma. Más de 50 palomas. Frente a todos los motivos para cerrar los ojos están todos los motivos para abrirlos. Frente a las razones para perder la fe en México estan todas las razones para recuperarla. La determinación de Lorena Ochoa. La pluma de Carlos Fuentes. La inteligencia de Mario Molina. El profesionalismo de Carlos Loret de Mola. El talento de Salma Hayek. La chispa de Diego Luna. La visión empresarial de María Asunción Aramburuzavala. La imaginación de Angeles Mastretta. El humor de Carlos Monsivaís. La tenacidad de Alejandra de Cima. La sencillez de Gael García Bernal. Las canciones de Julieta Venegas. El espíritu democrático de Margarita Zavala. La creatividad de Julieta Fierro. La forma en la cual Alondra de la Parra conduce una orquesta o Rafael Márquez mete un gol o Cristina Pacheco hace una entrevista. La labor filantrópica de Alfredo Harp Helu. El periodismo implacable de Miguel Angel Granados Chapa. La arquitectura de Teodoro González de Leon. La voz de Ximena Sariñana. Los huipiles de Beatriz Paredes.
Cada persona tendrá su propia lista, su propio pedazo del país colgado del corazón. Una lista larga, rica, colorida, voluptuosa, fragante.. Una lista que debe comenzar con las palabras de la chef Marta Ortiz Chapa: “Siempre me gusto ser mexicana”. Una lista con la cual contener el pesimismo; un antídoto ante la apatía; una vacuna contra la desilusión. Una lista de lo mejor de México. Una lista para despertarse en las mañanas. Una lista para pelear contra lo que Susan Sontag llamó “la complicidad con el desastre”.
Una lista como la compilada por la revista “Quien” hoy pero que en mi propio caso va más allá de ello para incluir todo lo que yo amo de mi país. Los murales de Diego Rivera. Las enchiladas suizas de Sanborns. Las mariposas en Michoacán. El cine de Alfonso Cuarón. El valor de Emilio Alvarez Icaza. Los huevos rancheros y los chilaquiles con pollo. El mole negro de Oaxaca. Los libros de Elena Poniatowska. La decencia de Germán Dehesa. Los tacos al pastor con salsa y cilantro. El mar en Punta Mita. La poesía de Efraín Huerta. El Espacio Escultórico al amanecer. Cualquier Zócalo, cualquier domingo.
La forma en que los mexicanos se besan y se saludan y se dicen “buenas tardes” al subirse al elevador. Las fiestas ruidosas los sábados por la tarde. La casa de Luis Barragán. Los amigos que siempre tienen tiempo para tomarse un tequila. Los picos coloridos de las piñatas. Las casas de Manuel Parra. Las bugambilias y los alcatraces y los magueyes. Las caricaturas de Naranjo y los cartones de Calderón. El helado de guanabana. La talavera de Puebla. Las fotografías de Graciela Iturbide. Los mangos con chile parados en un palo de madera. Las comidas largas y las palmeras frondosas. Las mujeres del grupo Semillas y las mujeres que luchan por otras – todavía – en Ciudad Júarez.
Y más allá de este recinto y este reconocimiento a cincuenta personas, habría que aprovechar la ocasión para pensar un momento en todos aquellos que también mueven a México. Sus habitantes. Ese país habitado por millones de hombres y mujeres mexicanas que se levantan al alba a prender la estufa, a preparar el desayuno, a remojar el arroz, a planchar los pantalones, a terminar la trenza, a correr detrás del camion, a trabajar donde puedan y donde les paguen por hacerlo. El país de muchas mujeres y hombres que duermen poco porque cargan con mucho.
Para acompañarlos les pido que piensen por un momento en las siguientes preguntas. Y si ustedes vivieran y mantuvieran a sus familias con 3,000 pesos al mes? Y si les tomara mas de dos horas y tres formas diferentes de transporte público llegar a su trabajo? Y si al regresar a casa, despues de un largo día, su esposo las golpeara? Y si, aunque ustedes contaran su caso cientos de veces, prevaleciera el silencio? Y si su hija o su madre o su hermana fuera violada en la calle o cerca de un cuartel del Ejército? Y si en el Ministerio Público le dijeran que ella se lo buscó o que lo ocurrido no es un crimen? Y si resultara embarazada y la despidieran por ello? Y si hubiera complicaciones y no pudiera pagarle al médico? Y si ustedes estuvieran condenadas a la precariedad cotidiana como tantas más?
Para muchas mujeres en México esas preguntas no son hipotéticas sino reales. No representan lo que podría ocurrir sino lo que ocurre. En México, ser mujer entraña tener sólo 7 años de escolaridad promedio. En México ser mujer y trabajar en una maquiladora significa estar en peligro de muerte. En México, ser mujer implica el 30 por ciento de probabilidad de tener un hijo antes de los 20 años. En México todavía entraña luchar por el derecho a serlo.
Porque el país cambia pero no lo suficiente; porque México se mueve pero no a la velocidad que podría y debería. Algo estál mal. Algo no funciona. Tiene que ver con el control y los privilegios. Tiene que ver con 23 millones de personas en este país que viven con 20 pesos al dia. Tiene que ver con que 1 de cada 5 mexicanos entre la edad de 25 y 35 años vive y trabaja en Estados Unidos. Tiene que ver con el éxodo de 400,000 migrantes que cruzan la frontera en busca de oportunidades que no encuentran en su propio país. Con que el hijo de un obrero tiene solo el 5 por ciento de probabilidades de convertirse en profesionista.
Allí estan para quien las quiera ver: señales claras de un statu quo que es insostenible; síntomas de problemas profundos, históricos, estructurales. A lo largo del sur del país y a lo ancho de sus zonas más pobres. En cada institución disfuncional y en cada funcionario insensible que la encabeza. En cada decisión arbitraria por parte de alguien que ejerce el poder y en cada mexicana que padece sus consecuencias.
De allí que se vuelva imperativo celebrar a aquellos que están en la lista de quienes mueven a México, y al mismo tiempo reflexionar en lo mucho que falta por hacer. Pensar en un México menos cupular y más ciudadano. Menos elitista y más democrático. Menos interesado en retener las oportunidades insólitas que tienen algunos y más interesado en crearlas para otros. De lo que se trata, en esencia, es de cambiar la forma geométrica del país. Pasar del triángulo al rombo. Crear una amplia clase media poblada por personas con voz, con derechos, con oportunidades para generar riqueza y acumularla. Crear mexicanos, emprendedores, educados, competitivos, meritocráticos porque el país les permite serlo. Crear un sistema económico que promueva la movilidad social en vez de permitir la perpetuacion de obstaculos que la inhiben.
Y vivir todos los días con esa lista de lo mejor y lo posible para así pelear contra la lógica enraizada del “por lo menos”: “por lo menos hay paz social; “por lo menos” la pobreza extrema ha disminuido un poco; “Por lo menos no ocupamos el último lugar en las evaluaciones PISA de educación”. “Por lo menos en el sexenio pasado sólo se robaron un Jeef Rojo y una Hummer”. Hoy, la lógica compartida del “por lo menos” equivale a una defensa de la mediocridad. Equivale a una apología del statu quo que beneficia a pocos y perjudica a muchos. México solo será un país mejor cuando sus habitantes dejen de pensar en términos relativos y empiecen a exigir en términos absolutos. Cuando se conviertan en profetas armados con una visión de lo que podría ser. Cuando empuñen lo que Martin Luther King llamó “coraje moral”. Cuando vociferen que los bonos sexenales y la rapacidad de los sindicatos y la educación atorada y el desempleo constante y la inseguridad lacerante son realidades que ningún mexicano está dispuesto a aceptar. Porque si nadie alza la vara, el país seguirá viviendo – aplastado - debajo de ella. Porque si sólo 50 personas exigen que las cosas cambien, nunca lo harán. Porque si los mexicanos siguen habitando el laberinto de la conformidad, sera muy difícil sacudir al país desde allí.
Quienes pueblan esta lista saben que hay tanto por hacer; tanto por cambiar; tantos sitios donde amontonar el optimismo. El optimismo de la voluntad frente al pesimismo de la inteligencia. El optimismo perpetuo que se convierte en multiplicador.El optimismo que debe llevar espero – a cada uno de los presentes – a hacer una declaración de fe, como la frase que acuñó Rosario Castellanos. Una filosofía personal para ver y andar, vivir y cambiar, participar y no sólo presenciar.
Una filosofía para compartir la terca esperanza de quien habla hoy y acompaña a los premiados. La convicción inquebrantable de mejorar a México. De restañar a la República. De volver a México un país de ciudadanos. Un lugar poblado por personas conscientes de sus derechos y dispuestos a contribuir para defenderlos. Dispuestos a llevar a cabo pequeñas acciones que produzcan grandes cambios. Dispuestos a sacrificar su zona de seguridad personal para que otros la compartan.
Yo creo que ser de clase media en un país con cuarenta millones de pobres es ser privilegiado. Y los privilegiados tienen la obligación de regresar algo al país que les ha permitido obtener esa posición. Porque para qué sirve la experiencia, el conocimiento, el talento, si no se usa para hacer de México un lugar más justo? Para qué sirve el ascenso social si hay que pararse sobre las espaldas de otros para conseguirlo? Para qué sirve la educación si no se ayuda a los demás a obtenerla? Para qué sirve la riqueza si hay que erigir cercas electrificadas cada vez más altas para defenderla? Para qué sirve ser habitante de un país si no se asume la responsabilidad compartida de asegurar vidas dignas allí? Yo creo en la obligación ciudadana de vivir en la indignación permanente: criticando, denunciando, proponiendo, sacudiendo. Porque los buenos gobiernos se construyen a base de buenos ciudadanos y sólo los inconformes lo son.
Yo creo que muchos de los miembros de esta lista logran hacer cosas extraordinarias. Aquellos que hacen más que pararse en fila y en silencio. Individuos que pelean por los derechos de quienes ni siquiera saben que los tienen. Alejandro Martí, denunciando a los policías cómplices y acorralando a los políticos que los protegen. Carmen Aristegui, lidereando la oposición contra la impunidad y concientizando al país sobre sus efectos. Guillermo Ortiz, peleando por la competencia y denunciando los costos que el país ha pagado al obstaculizarla. María Elena Morera, sacudiendo a una sociedad altergada y ayudándola a discernir el papel que debería desempenar. Miguel Angel Granados Chapa, defendiendo—con su columna -- la humanidad esencial de quienes la han perdido y ayudándolos a recuperarla. Ellos y tantos más, héroes y heroínas de todos los días. Ombudsmans cotidianos.
Yo creo que mientras existan individuos como muchos de los que hoy celebramos – encendidos, comprometidos, preocupados – el contagio continuará, poco a poco, y a empujones como todo lo que vale la pena. El monólogo de los líderes se convertirá en el coro de la población. La exasperación de los ciudadanos construirá cercos en torno a los políticos. Yo creo que un día – no tan lejano, quizás – habrá un diputado que suba a la tribuna y exija algo a nombre de la gente que lo ha elegido. En lugar de mirar con quién se codea en el poder, mirará a quienes lo llevaron allí. Y México será otro país, otro.
Yo creo que eso es posible, pero sólo ocurrirá cuando la fe los mexicanos aplaudidos por la revista “Quien” se vuelva la convicción de muchos. Cuando la crítica fácil se traduzca en la participación transformadora. Cuando la creencia en el cambio se concretice en acciones diarias para asegurarlo. Cuando más mexicanos memoricen las palabras de mi amigo – el empresario y filántropo -- Manuel Arango: “El que no sepa qué hacer por México que se ponga a saltar en un solo pie y algo se le ocurrirá”. Cuando saltando juntos logremos, de verdad, mover mejor a México.
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jueves, 23 de julio de 2009

Para la reflexión...

MASIOSARE: UN EXTRAÑO ENEMIGO
Juan Miguel Zunzunegui
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Masiosare, ese extraño enemigo del que se hace mención en nuestro himno nacional, ha reaparecido y está nuevamente entre nosotros: profanó con su planta nuestro suelo y está listo para destruir a México.
Lo triste es que Masiosare es extraño pero no extranjero y de hecho ha estado eternamente entre nosotros; el principal y más terrible enemigo que ha tenido por siempre el mexicano y es el mexicano de al lado, dispuesto a hacerlo pedazos.
Los mexicanos tenemos esa terrible y maravillosa tendencia a achacar todos nuestros problemas a alguna misteriosa y maquiavélica fuerza ajena a nosotros: perdemos el mundial porque el árbitro está en contra nuestra; en las olimpiadas los jueces de la caminata están en contra de los mexicanos; Fernando Platas no le cae bien a los jueces de clavados y por eso lo califican mal; seríamos ricos si los españoles no nos hubieran conquistado; seriamos potencia si los gringos no nos hubieran quitado el territorio del norte y hubiéramos ganado el mundial del 94 si Bora hubiera hecho los cambios y metido a Hugo Sánchez. Por supuesto, López Obrador hubiera ganado si no fuera por el complot de la derecha internacional orquestado, con el cariño de siempre, por el osito Bimbo.
Nunca se nos ocurre pensar que los problemas de los mexicanos pueden ser culpa de los mexicanos, principalmente porque somos enemigos unos de otros. En casi todos los países del mundo, el ataque de un extranjero provoca la unión del pueblo por más dividido que esté. Aquí nos divide mas.
El presidente de TODOS los mexicanos (aunque hayan votado por otro (partido) se llama Felipe Calderón. El señor se fue a una gira por Europa que tuvo bastante éxito y en la que desde luego nos dejó mucho mejor parados que su antecesor. En esta gira hubo cosas interesantes, se promovió al país, se le dio buena imagen, se dio confianza al inversionista. .., pero las noticias en México le dieron más importancia a los berrinches del Mico Mandante Chávez.
Calderón, representante de todos los mexicanos, habló de unidad en Latinoamérica por encima de izquierdas y derechas.Mico Mandante Chávez no perdió oportunidad para arremeter en su contra, insultarlo y burlarse de él y por tanto, del pueblo de México.
De inmediato los diputados y senadores del PRD y otros partidos hicieron la 'Cargada'... , pero del lado del Venezolano: es necesario restablecer la relación con Venezuela, sin importar los insultos que su presidente inflija al nuestro.
Hace poco el señor Bush habló ante su parlamento, dominado por la oposición. Fue presentado por la presidenta parlamentaria, de oposición también, quien en vez de tomar la tribuna y manchar de café su bandera se dirigió a los presentes diciendo: 'Tengo el honor de presentarles al presidente de los Estados Unidos de América'. No lo quieren, es su enemigo, su oposición, no es popular, pero es el presidente.
Aquí lo obligamos a entrar a escondidas a la Cámara.Calderón va a España a hablar con el presidente Zapatero y ese mismo día se le adelanta el líder de su propio partido, un loco, radical, megalómano ansioso de salir en los medios; para decir que Zapatero hace mal las cosas y que en realidad no está combatiendo el crimen organizado y el terrorismo.
Esos errores no son casuales. Enemigos internos. 'Fuego amigo'. Ya ni hablar del gabinete alterno que dentro del PAN están formando los ex funcionarios, como Abascal, Derbez y el mismísimo Fox. ¡Señores, ya se les acabó su sexenio, hay que cerrar el ciclo, pasar a lo que sigue.
Maduren!
Fox era muy malo para la diplomacia, terrible; pero lo que le hizo Castro de grabarle conversaciones y publicarlas es una canallada, digna eso si, de un dictador senil. Los diputados y senadores de la oposición fueron al monumento a José Martí a colocar una ofrenda al pueblo cubano en desagravio.. ., ¡y nuestro agravio... ¿qué?
!Hace cien años decía Porfirio Díaz: la razón por la que le va mejor a Estados Unidos es que una vez que alguien gana la presidencia, el pueblo y los políticos se le unen para trabajar por la nación. En cambio en México, en cuanto alguien toma el poder, todos, enemigos yantiguos amigos, se ponen en su contra. Eso fue hace cien años y pudo haber sido dicho ayer.
Mexicanos al grito de guerra... pero entre nosotros. Y este es el meollo del asunto, nos atacamos entre todos cuando deberíamos unirnos porque es una costumbre histórica heredada de generación en generación. Cuando México firmó su acta de independencia, el 27 de septiembre de 1827, nuestro primer día como nación libre, comenzaron los golpes. Unos querían un imperio, otros monarquía.
De ellos, cada quien con un rey distinto, Otros más se decantaban por la república, pero unos la querían federal y otros centralista. Eso nos hizo pelearnos todo el siglo XIX.
Cuando por fin los más importantes paladines de la independencia se pusieron de acuerdo, formaron un congreso que nombró emperador a Iturbide como Agustín I; al día siguiente, aquellos que pelearon a su lado ya peleaban en su contra. Nuestro primer presidente, Guadalupe Victoria, encontró a su peor enemigo en su vicepresidente, Vicente Guerrero, quien al llegar a la presidencia encontró a su peor enemigo en su vicepresidente, Anastasio Bustamante. Otros grandes antagonistas fueron Benito Juárez y Valentín Gómez Farías, siempre que fueron fórmula de gobierno.
Y esa tan lamentada invasión gringa en la que perdimos medio territorio todo mexicano la recuerda, pero casi ninguno conoce los pormenores. Mientras los ejércitos invasores avanzaban por territorio nacional nuestros líderes se peleaban entre si por el poder. Dos Marianos eran los protagonistas políticos de la época; el presidente Mariano Paredes,al mando del mejor ejército del que México había dispuesto en su historia, en vez de defender a la nación de la invasión lo usó para conservar el poder. El otro Mariano, Salas, estaba en la capital proclamando la monarquía. Los yanquis desfilaban sin mucho disturbio a Palacio Nacional.
Y en la famosa Revolución Mexicana todos nuestros 'héroes' se mataron entre si. Todos han pasado a la historia como buenos y tienen sus nombres en oro en el Congreso; pero el héroe Carranza mató al héroe Zapata, el héroe Obregón mató a los héroes Villa y Carranza y el héroe Plutarco Elías Calles mató al héroe Obregón. Por cierto que el héroe Calles fue expulsado del país por el héroe Cárdenas.
El proyecto de Guerrero era quitar a Victoria, el proyecto de Bustamante era quitar a Guerrero; el proyecto de Santa Anna era quitar al que estuviera; el de Juárez fue quitar a Santa Anna y el de Díaz quitar a Juárez. Madero tuvo un proyecto: quitar a Díaz; Obregón quitar a Carranza y Calles quitar a Obregón. El proyecto de Fox era quitar al PRI...El proyecto del ciudadano López es quitar a Calderón.
Y en torno a esto último deberíamos reflexionar, sobre aquellas palabras citadas de Porfirio Díaz: ya es hora de que dejemos de unirnos para atacar al presidente, ya es hora de que el proyecto de nación deje de ser quitar al que tiene el poder.
Aunque el gringo promedio es Homero Simpson, son potencia mundial porque trabajan en equipo y porque a pesar de todo respetan a sus instituciones y a su presidente, mientras aquí Fernández Noroña trata de salir en la tele golpeándose contra el Estado Mayor.
En este momento decisivo de nuestra historia vemos una vez más a Masiosare enfrentando a todos contra todos. El ciudadano López Obrador está dispuesto a destruir y reventar este país antes de dejar que lo gobierne alguien que no sea él.Dicen que el pueblo unido jamás será vencido...
¿Cuándo será el día en que México esté unido?
Tal vez ese día si logremos derrotar a Masiosare, ese extraño enemigo.

miércoles, 15 de abril de 2009

Sobre deuda exterior

México, país tributario
Bernardo Bátiz V.
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El diccionario dice que tributo”, del latín tributum (etimología compartida con tribu), es lo que paga un país a otro para indicar su sumisión; los tributos los pagan los pueblos que están sometidos, los sumisos, los que están abajo, los que están rendidos frente a aquellos que los someten y les exigen el pago.
Históricamente, los poderosos han cobrado tributo a los que se dejan; los aztecas lo cobraban a sus vecinos, con excepción de tlaxcaltecas y purépechas; el imperio romano lo recibía de sus colonias, incluidas Egipto y Grecia; los que se negaban, como los galos, eran sometidos por las legiones romanas; en el imperio ibérico, una de las formas de tributo era el “quinto real”: la quinta parte de todo lo que los conquistadores quitaban a los indígenas era para la metrópoli en ultramar.
En nuestro tiempo, las formas de tributación se han sofisticado, sin embargo, no dejan de ser pagos injustos que hacen los pobres a los ricos, los sometidos y sujetos a los que los someten. Es un tributo, por ejemplo, el pago de “franquicias” en productos que se hacen aquí, con materia prima nuestra y mano de obra mexicana; es el pago por usar una marca, un emblema, un juego de colores y formas que en sí mismas no tienen valor alguno, pero que el sometimiento y el sentimiento de inferioridad hacen que se pague por ello a la matriz. En México y en todo el mundo sometido se paga tributo hasta por freír pollos; los socios de los clubes internacionales pagan cuotas a su matrices, y si bien hacen algunas obras de beneficencia en el país, buena parte de los recursos que aquí recaban se va al extranjero.
Pero esos tributos particulares de comerciantes ambiciosos, pero sin imaginación, de profesionistas anhelantes de una “corresponsalía” de Chicago o de Nueva York, de socios que se dan tono con sus emblemas y pins, se quedan cortos ante los tributos que paga el Estado por la enorme deuda exterior que al correr de los años se ha contraído. El agio internacional empobrece a los pueblos que se empeñan en su desarrollo, les impide crecer e igualarse con las potencias económicas.
Esos pagos inicuos se esconden a veces con nombres equívocos como el de “servicio de la deuda” u otros similares. Pagar esa deuda nos mantiene permanentemente pobres, nos impide disfrutar de lo nuestro por ambicionar lo extraño y nos mantiene indefinidamente como deudores de sumas impagables.
El crédito abierto hace unos días por el Fondo Monetario Internacional fue anunciado desde Londres por un presidente elegantemente vestido, codeándose con la realeza, pero cegado por sus prejuicios y nerviosismo. La suma fue multimillonaria y se acumula a la deuda externa del país, la cual duplica; nos empieza a costar antes de que dispongamos de ella y, visto con claridad, no es sino una forma más de pagar tributo por un dinero que ni siquiera hemos recibido, pero que ya está produciendo sus créditos.
Además, es un compromiso abiertamente anticonstitucional; creo, salvo que ayer la hayan modificado, que aún está en vigor la fracción VII del artículo 73 de la Carta Magna, que, textualmente dice: “ningún empréstito podrá celebrarse sino para la ejecución de obras que directamente produzcan un incremento en los ingresos públicos, salvo los que se realicen con propósito de regulación monetaria, las operaciones de conversión y los que se contraten durante alguna emergencia decretada por el Presidente de la República en los términos del artículo 29”.
La previsión constitucional es pertinente; si tenemos que pedir prestado, que sea para invertir en algo productivo que nos permita pagar el empréstito o bien, excepcionalmente, para el caso de una emergencia grave, que por supuesto requerirá la intervención del Poder Legislativo, para dar su autorización, o bien, para decretar el estado de emergencia a que se refiere el artículo 29 constitucional.
Tal como se solicitó y obtuvo el crédito, mediante un contrato que pone a nuestra disposición dinero que aún no hemos tocado, que será destinado a rescatar empresas que se endeudaron en dólares, el empréstito no cumple con las especificaciones del artículo 73 fracción VII que anteriormente fue transcrito. No es la primera ni la única violación a la Constitución que se perpetra por el actual gobierno, pero ésta adquiere una gravedad especial, por ir en contra de una disposición legal clara y respaldada en la Constitución. Es un buen momento para que en México se recuerde que si bien no hay revocación del mandato expreso en la ley, esta revocación sí puede sobrevenir mediante la divulgación de lo que dice el artículo constitucional y lo que en su contra llevó a cabo el gobierno.
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jueves, 19 de febrero de 2009

Cartas al rector de la UNAM

Carta al rector de la UNAM *
Sara Sefchovich
11 de enero de 2009
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Vivimos en tiempos en que se reconocen, aceptan y respetan la pluralidad y la diversidad. Las mejores voces de la UNAM, incluida la suya, se han expresado también en este sentido.
Y sin embargo, necesitamos hacer que esto sea real y no solamente discurso.
Porque en la Universidad hoy no es cierto que se pueda ser diverso, no es cierto que se pueda actuar de un modo diferente al que deciden las autoridades, no es cierto que se pueda decir lo que se piensa, no es cierto que se respeten las formas múltiples que hay de trabajar, investigar, enseñar, participar institucionalmente. La Universidad tiene demasiadas autoridades a quienes horroriza la diferencia y que están convencidas de que todos debemos caber en clasificaciones, estadísticas y modos de funcionar que a ellas les parecen correctas.
El ejemplo más patente sucede en el campo de la investigación en ciencias sociales y humanas. Si bien es cierto que todavía se reconoce y acepta la diversidad de temas, enfoques y perspectivas teóricas y metodológicas, no se reconoce y mucho menos se acepta la diversidad de formas de llevarla a cabo y de presentar sus resultados.
Hoy se desvaloriza a un académico que quiere trabajar individualmente y que no pertenece a redes y grupos; que no consigue fondos de fuera; que no publica en cierto tipo de revistas y editoriales considerados de “excelencia”, entendida ésta con criterios que son los de las ciencias duras; que no se divide en mil pedazos para ir y venir de una comisión a un comité, de una conferencia a un congreso, del salón de clases a otra reunión; que no hace docencia a la manera tradicional o dirige varias tesis.
Y la manera de mostrarle esto es castigándolo en las promociones, apoyos y estímulos, que se consiguen a través de un complicado proceso de evaluación que, aunque pretende ser transparente y neutral, en realidad sólo está construido para eliminar la diversidad disfrazado de (y cómodamente escondido como) decisión de pares.
Con el pretexto de la planificación y de conseguir recursos, las autoridades universitarias caminan cada vez más por la senda de la homogeneización y unificación, y (ayudados por el Conacyt) han construido las herramientas para castigar a quienes no se cuadren.
Si viviera José Gaos, no habría escrito la reseña que terminó siendo una lección de filosofía, porque en los esquemas de hoy no da puntos leer y hacer una nota. Carlos Monsiváis no tendría PRIDE porque no hace citas ni da clases en una facultad. Octavio Paz no habría podido hablar de literatura y de pintura porque el director de su instituto le exigiría definirse y no habrían tenido lugar las polémicas de nuestra literatura, historiografía y arte porque nadie quiere enfrentarse con alguien que pueda formar parte de una comisión evaluadora.
Señor rector: es necesario detener este proceso. No es posible que en aras de informes de logros, de cuantitativismos a la moda y de criterios supuestamente científicos que no son sino malas copias de las universidades estadounidenses y de los valores de esa cultura, se haga todo porque desaparezcan la creatividad, la originalidad y la diversidad, el debate y la disidencia. Hace poco Magali Tercero escribió que un profesor universitario no quiso darle una entrevista para criticar al MUAC por temor a sufrir las consecuencias.
Es necesario hacer explícito que en la universidad tiene cabida y será valorado el trabajo que realizan los académicos, con libertad y diversidad en la manera de concebirlo y llevarlo a cabo; que somos una comunidad que estimula el pensamiento y no la eficiencia; que hay confianza en los académicos y no que se les tenga permanentemente sometidos a presiones, informes, evaluaciones y castigos; que no existen los criterios únicos ni “no hay más rutas que la nuestra” y que la crítica no sólo cabe sino que se considera necesaria e imprescindible. Pero luego hay que convertir ese discurso en realidad.
Porque ese es el espíritu con el que se fundó y ha funcionado nuestra universidad. Ella se merece que lo rescatemos ya que nos ha dado a los mejores pensadores y creadores del país.
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Segunda carta al rector
Sara Sefchovich
18 de enero de 2009
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Lo que escribí la semana pasada en este espacio no son ideas abstractas, sino realidades que día a día vivimos los universitarios. Algunos lo comentan en los pasillos, otros lo han hecho público en sus centros de trabajo o a través de los medios de comunicación.
Guillermo Sheridan relató su caso en una revista: se le degradó en el Pride por no dirigir tesis ni tener participación institucional. En tres artículos pone en evidencia una situación grave: la de que vivimos en un sistema en el cual con tal de conseguir puntos, a los académicos les resulta mejor ser complacientes tanto con los estudiantes como con las autoridades.
En correos electrónicos, colegas coinciden en que existen “prácticas de homogeneización que estamos viviendo en las universidades públicas”, “la pretensión de las autoridades de controlarlo todo”, “la promesa de la zanahoria del Programa de Estímulos al Desempeño con base en puntitis”, “la propensión a llenar informes y medir la productividad”, “que los académicos estén más interesados en las constancias que en enseñarle a los chamacos”, “muchos ISOS y certificaciones pero pocas nueces”, “eficientismo simulador”, “se limitan y traban el desarrollo de la libre práctica científica y la pluralidad teórica y metodológica de muchos investigadores”.
Sabemos bien que la universidad no está sola en este camino. Allí está el Conacyt, que sustituyó el modelo europeo con el que funcionábamos en México por el estadounidense en el que importan la eficiencia, la utilidad y la ganancia y que no le asigna ningún valor al pensamiento y a aquello que no parece servir de manera inmediata.
Todos los instrumentos que se han creado dentro y fuera de la UNAM apuntan a lo mismo: asignar puntos a quienes cumplen con ciertos criterios, hacer listas de programas de posgrado y de revistas que sí valen, formar grupos de “pares” para calificar, los que, aunque pretenden ser transparentes y neutrales, están construidos para eliminar la diversidad, porque quienes participan en ellos son solamente los que aceptan estos criterios y porque no están libres de las pasiones humanas como el amiguismo, la envidia, la ignorancia y el recelo frente a otros modos de pensar.
Así lo denunció en una revista Carlos Aguirre Rojas, a quien degradaron en el SNI porque según la comisión calificadora, “no había publicado en revistas de calidad internacional y arbitraje estricto ni en editoriales de prestigio académico”, siendo que en cinco años había publicado 44 artículos y 38 libros en 12 países y siete idiomas. Y así lo han denunciado otros que, después de décadas de entregar sus mejores esfuerzos a la institución, tienen que seguir mendigando por una promoción, un nivel un poco más alto en algún sistema de evaluación, un espacio para dar un curso. No sólo su salario depende de eso, sino que viven con la amenaza constante del rechazo a su trabajo.
Todo esto ha generado una grave situación que se pone de manifiesto en muchos aspectos: desde lo que una lectora llama “el fin de los más elementales principios de solidaridad”, hasta el daño a la ciencia, pues hoy es preferible irse por caminos seguros para no poner en riesgo la propia evaluación, nadie quiere arriesgarse ni al error ni al enojo de los “pares”, hay que caminar de prisa para acumular puntos y hacer solamente aquello que sí cuenta, lo que resulta en que los académicos no leen, porque eso significaría usar demasiado tiempo que no reditúa, y mejor hacen otro artículo con los mismos datos y con las mismas bases teóricas y metodologías que ya conocen, porque reciclarse, replantearse, abrirse a nuevos campos no conviene.
Y está también el fin de la crítica, por aquello de que quién se va a poner a hacerla cuando el aludido puede estar en una comisión evaluadora.
La Rectoría puede poner fin a este ambiente que prevalece hoy en la universidad y la UNAM puede y debe dar esta pelea para afuera. Le corresponde hacerlo pues es la institución más importante del país en investigación, docencia y difusión. De no hacerlo, la estaremos minando desde dentro, al debilitar la creatividad, la diversidad, la crítica y la confianza en quienes formamos parte de ella.
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sarasef@prodigy.net.mx
Escritora e investigadora en la UNAM
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Sendas cartas fueron publicadas en el periódico nacional EL UNIVERSAL en la sección opinión que puede ser consultada en su versión electrónica en la siguiente dirección:
http://www.prensaescrita.com/diarios.php?codigo=MEX&pagina=http://www.eluniversal.com.mx

miércoles, 18 de febrero de 2009

Carta a Slim por Denise Dresser

Carta abierta a Carlos Slim
DENISE DRESSER
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Estimado Ingeniero: Le escribo este texto como ciudadana. Como consumidora.Como mexicana preocupada por el destino de mi país y por el papel que ustedjuega en su presente y en su futuro. He leído con detenimiento las palabrasque pronunció en el Foro Qué Hacer Para Crecer y he reflexionado sobre susimplicaciones. Su postura en torno a diversos temas me recordó aquellafamosa frase atribuida al presidente de la compañía automotriz GeneralMotors, quien dijo: “Lo que es bueno para General Motors es bueno paraEstados Unidos”. Y creo que usted piensa algo similar: Lo que es bueno paraCarlos Slim, para Telmex, para Telcel, para el Grupo Carso, es bueno paraMéxico. Pero no es así. Usted se percibe como solución cuando se ha vueltoparte del problema; usted se percibe como estadista con la capacidad dediagnosticar los males del país cuando ha contribuido a producirlos; ustedse ve como salvador indispensable cuando se ha convertido en bloqueadorcriticable. De allí las contradicciones, las lagunas y las distorsiones queplagaron su discurso, y menciono las más notables:
–Usted dice que es necesario pasar de una sociedad urbana e industrial a unasociedad terciaria, de servicios, tecnológica, de conocimiento. Es cierto. Pero en México ese tránsito se vuelve difícil en la medida en que los costosde las telecomunicaciones son tan altos, la telefonía es tan cara y lapenetración de internet de banda ancha es tan baja. Eso es el resultado delpredominio que usted y sus empresas tienen en el mercado. En pocas palabras,en el discurso propone algo que en la práctica se dedica a obstaculizar.
–Usted subraya el imperativo de fomentar la productividad y la competencia, pero a lo largo de los años se ha amparado en los tribunales ante esfuerzosregulatorios que buscan precisamente eso. Aplaude la competencia, perosiempre y cuando no se promueva en su sector.
–Usted dice que no hay que preocuparse por el crecimiento del Producto Interno Bruto; que lo más importante es cuidar el empleo que personas comousted proveen. Pero es precisamente la falta de crecimiento económico lo queexplica la baja generación de empleos en México desde hace años. Y la falta de crecimiento está directamente vinculada con la persistencia de prácticasanticompetitivas que personas como usted justifican.
–Usted manda el mensaje de que la inversión extranjera debe ser vista con temor, con ambivalencia. Dice que “las empresas modernas son los viejosejércitos. Los ejércitos conquistaban territorios y cobraban tributos”. Diceque ojalá no entremos a una etapa de Sell Mexico a los inversionistasextranjeros, y cabildea para que no se permita la inversión extranjera entelefonía fija. Pero al mismo tiempo usted, como inversionista extranjero enEstados Unidos, acaba de invertir millones de dólares en The New York Times,en las tiendas Saks, en Citigroup. Desde su perspectiva incongruente, lainversión extranjera se vale y debe ser aplaudida cuando usted la encabezaen otro país, pero debe ser rechazada en México.
–Usted reitera que “necesitamos ser competitivos en esta sociedad del conocimiento y necesitamos competencia; estoy de acuerdo con lacompetencia”. Pero al mismo tiempo, en días recientes, ha manifestado suabierta oposición a un esfuerzo por fomentarla, descalificando, por ejemplo,el Plan de Interconexión que busca una cancha más pareja de juego.
–Usted dice que es indispensable impulsar a las pequeñas y medianasempresas, pero a la vez su empresa –Telmex– las somete a costos detelecomunicaciones que retrasan su crecimiento y expansión.
–Usted dice que la clase media se ha achicado, que “la gente no tieneingreso”, que debe haber una mejor distribución del ingreso. El diagnósticoes correcto, pero sorprende la falta de entendimiento sobre cómo usted mismocontribuye a esa situación. El presidente de la Comisión Federal deCompetencia lo explica con gran claridad: Los consumidores gastan 40% más delo que debieran por la falta de competencia en sectores como lastelecomunicaciones. Y el precio más alto lo pagan los pobres.
–Usted sugiere que las razones principales del rezago de México residen enel gobierno: la ineficiencia de la burocracia gubernamental, la corrupción,la infraestructura inadecuada, la falta de acceso al financiamiento, elcrimen, los monopolios públicos. Sin duda todo ello contribuye a la falta decompetitividad. Pero los monopolios privados como el suyo también lo hacen.
–Usted habla de la necesidad de “revisar un modelo económico impuesto comodogma ideológico” que ha producido crecimiento mediocre. Pero precisamenteese modelo –de insuficiencia regulatoria y colusión gubernamental– es el queha permitido a personas como usted acumular la fortuna que tiene hoy,valuada en 59 mil millones de dólares. Desde su punto de vista el modeloestá mal, pero no hay que cambiarlo en cuanto a su forma particular deacumular riqueza.
La revisión puntual de sus palabras y de su actuación durante más de unadécada revela entonces un serio problema: Hay una brecha entre la percepciónque usted tiene de sí mismo y el impacto nocivo de su actuación; hay unacontradicción entre lo que propone y su forma de proceder; padece una miopíaque lo lleva a ver la paja en el ojo ajeno e ignorar la viga en el propio.Usted se ve como un gran hombre con grandes ideas que merecen serescuchadas. Pero ese día ante los diputados, ante los senadores, ante laopinión pública, usted no habló de las grandes inversiones que iba a hacer,de los fantásticos proyectos de infraestructura que iba a promover, delempleo que iba a crear, del compromiso social ante la crisis que iba aasumir, de las características del nuevo modelo económico que apoyaría. Enlugar de ello nos amenazó. Nos dijo –palabras más, palabras menos– que lasituación económica se pondría peor y que ante ello nadie debía tocarlo,regularlo, cuestionarlo, obligarlo a competir. Y como al día siguiente elgobierno publicó el Plan de Interconexión telefónica que buscaría hacerlo, usted en respuesta anunció que Telmex recortaría sus planes de inversión. Se mostró de cuerpo entero como alguien dispuesto a hacerle daño a México si noconsigue lo que quiere, cuando quiere.
Tuvo la oportunidad de crecer y en lugar de ello se encogió. Sin duda ustedtiene derecho a promover sus intereses, pero el problema es que lo hace acosta del país. Tiene derecho a expresar sus ideas, pero dado sucomportamiento es difícil verlo como un actor altruista y desinteresado quesólo busca el desarrollo de México. Usted sin duda posee un talento singulary loable: sabe cuándo, cómo y dónde invertir. Pero también despliega otracaracterística menos atractiva: sabe cuándo, cómo y dónde presionar ychantajear a los legisladores, a los reguladores, a los medios, a losjueces, a los periodistas, a la intelligentsia de izquierda, a los que sedejan guiar por un nacionalismo mal entendido y aceptan la expoliación de unmexicano porque –por lo menos– no es extranjero.
Probablemente usted va a descalificar esta carta de mil maneras, comodescalifica las críticas de otros. Dirá que soy de las que envidian sufortuna, o tienen algún problema personal, o una resentida. Pero no es así. Escribo con la molestia compartida por millones de mexicanos cansados de lascuentas exorbitantes que pagan; cansados de los contratos leoninos quefirman; cansados de las rentas que transfieren; cansados de las empresasrapaces que padecen; cansados de los funcionarios que de vez en cuandocritican a los monopolios pero hacen poco para desmantelarlos. Escribo contristeza, con frustración, con la desilusión que produce presenciar laconducta de alguien que podría ser mejor. Que podría dedicarse a innovar envez de bloquear. Que podría competir exitosamente pero prefiere ampararseconstantemente. Que podría darle mucho de vuelta al país pero opta porseguirlo ordeñando. Que podría convertirse en el filántropo más influyentepero insiste en ser el plutócrata más insensible. John F. Kennedy decía quelas grandes crisis producen grandes hombres. Lástima que, en este momentocrítico para México, usted se empeña en demostrarnos que no aspira a ser unode ellos.
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!8 de febrero de 2009

martes, 10 de febrero de 2009

México es un país privilegiado de Denise Dresser

El día 29 de enero de 2009, en el marco del foro -México ante la Crisis, ¿Qué hacer para crecer?- que organiza la Cámara de Diputados, Denise Dresser dio el siguiente discurso:
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México es un país privilegiado.
Denise Dresser

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Tiene una ubicación geográfica extraordinaria y cuenta con grandes riquezas naturales. Está poblado por millones de personas talentosas y trabajadoras.
Pero a pesar de ello, la pregunta perenne sigue siendo: ¿por qué no crece a la velocidad que podría y debería? ¿Por qué seguimos discutiendo este tema año tras año, foro tras foro?
Aventuro algunas respuestas, y les pediría que me acompañaran en un ejercicio intelectual, recordando aquel famoso libro de Madame Calderón de la Barca llamado "La vida en México", escrito en el siglo XVII, en el cual intenta describir las principales características del país.
Si Madame Calderón de la Barca escribiera su famoso libro hoy, tendría que cambiarle el título a "Oligopolilandia". Porque desde el primer momento en el que pisara el país, se enfrentaría a los síntomas de una economía política disfuncional, con problemas que la crisis tan solo agrava.
Aterrizaría en uno de los aeropuertos más caros del mundo; se vería asediada por maleteros que controlan el servicio; tomaría un taxi de una compañía que se ha autodecretado un aumento de 30 por ciento en las tarifas, y si tuviera que cargar gasolina, lo haría sólo en Pemex.
En el hotel habría 75 por ciento de probabilidades de que consumiera una tortilla vendida por un solo distribuidor, y si se enfermara del estómago y necesitara ir a una farmacia, descubriría que las medicinas allí cuestan más que en otros lugares que ha visitado.
Si le hablara de larga distancia a su esposo para quejarse de esta situación, pagaría una de las tarifas más elevadas de la OCDE. Y si prendiera la televisión para distraerse ante el mal rato, descubriría que sólo existen dos cadenas.
Para entender la situación en la que se encuentra, tendría que recordar lo que dijo Guillermo Ortiz hace unos días: no hemos creado las condiciones para que los recursos se usen de manera eficiente; o tendría que leer el libro "Good Capitalism/Bad Capitalism", que explica por qué algunos países prosperan y otros se estancan; por qué algunos países promueven la equidad y otros no logran asegurarla.
La respuesta se encuentra en la mezcla correcta de Estado y mercado, de regulación e innovación. La clave del éxito -o el fracaso- se halla en el modelo económico: en la decisión de promover el capitalismo de Estado o el capitalismo oligárquico o el capitalismo de las grandes empresas o el capitalismo democrático.
Hoy México es un ejemplo clásico de lo que el Nobel de Economía Joseph Stiglitz denomina crony capitalism: el capitalismo de cuates, el capitalismo de cómplices, el capitalismo que no se basa en la competencia sino en su obstaculización.
Ese andamiaje de privilegios y "posiciones dominantes" y nudos sindicales en sectores cruciales -telecomunicaciones, servicios financieros, transporte, energía- que aprisiona a la economía y la vuelve ineficiente. Una mezcla de capitalismo de Estado y capitalismo oligárquico.
Hoy, México -inmerso en la crisis- está aún lejos de acceder al capitalismo dinámico donde el Estado no protege privilegios, defiende cotos, elige ganadores y permite la perpetuación de un pequeño grupo de oligarcas con el poder para vetar reformas que los perjudican.
Al capitalismo en el cual las autoridades crean condiciones para los mercados abiertos, competitivos, innovadores, que proveen mejores productos a precios más baratos para los consumidores. Para los ciudadanos.
Hoy, México carga con los resultados de esfuerzos fallidos por modernizar su economía durante los últimos 20 años.
Las reformas de los 80 y 90 entrañaron la privatización, la liberalización comercial.
Pero esas reformas no produjeron una economía de mercado dinámica debido a la ausencia de una regulación gubernamental eficaz, capaz de crear mercados funcionales, competitivos.
En vez de transparencia y reglas claras, prevaleció la discrecionalidad entre los empresarios que se beneficiaron de las privatizaciones y los funcionarios del gobierno encargados de regularlos.
Las declaraciones de Agustín Carstens el martes pasado, en torno a la necesidad de combatir los monopolios en telefonía, son bienvenidas. Lamentablemente, se dan 18 años tarde. Y allí están los resultados de reformas quizás bien intencionadas, pero mal instrumentadas: una economía que no crece lo suficiente, una élite empresarial que no compite lo suficiente, un modelo económico que concentra la riqueza y distribuye mal la que hay.
Hoy, México está atrapado por una red intrincada de privilegios y vetos empresariales y posiciones dominantes en el mercado que inhiben un terreno nivelado de juego.
Una red descrita en el famoso artículo de la economista Anne Kruege: "The Political Economy of the Rent-Seeking Society" ("La Economía Política de la Sociedad Rentista").
Una red que opera a base de favores, concesiones y protección regulatoria que el gobierno ofrece y miembros de la cúpula empresarial exigen como condición para invertir.
¿Quién? Alguien como el dueño de una distribuidora de maíz o el concesionario de una carrera privada o el comprador de un banco rescatado con el Fobaproa o el principal accionista de Telmex o el operador de una Afore.
Estos actores capturan rentas a través de la explotación o manipulación del entorno económico en lugar de generar ganancias legítimas a través de la innovación o la creación de riqueza.
Y los consumidores de México contribuyen a la fortuna de los rentistas cada vez que pagan la cuenta telefónica. La conexión a Internet. La cuota en la carretera. La tortilla con un precio fijo. La comisión de las Afores. La comisión por la tarjeta de crédito. Ejemplo tras ejemplo de rentas extraídas a través de la manipulación de mercado.
Y el rentismo acentúa la desigualdad, produce costos sociales, dilata el desarrollo, disminuye la productividad, aumenta los costos de transacción en una economía que -ante el imperativo de la competitividad- necesita disminuirlos.
Para extraer rentas, los "jugadores dominantes" han erigido altas barreras de entrada a nuevos jugadores, creando así cuellos de botella que inhiben la innovación y, por ende, el aumento de la productividad.
Estos cuellos de botella inhiben el crecimiento de México en un mundo cada vez más globalizado y competitivo, y son una razón clave detrás de la persistente desigualdad social, como lo sugiere el reporte del Banco Mundial sobre México titulado: "Más allá de la polarización social y la captura del Estado".
La concentración de la riqueza y del poder económico entre esos "jugadores dominantes" con frecuencia se traduce en ventajas injustas, captura regulatoria y políticas públicas que favorecen intereses particulares.
Peor aún, convierte a representantes del interés público -muchos de los diputados y senadores sentados aquí- en empleados de los intereses atrincherados. Convierte al gobierno en empleado de las personas más poderosas del país.
Y lleva a las siguientes preguntas: ¿Quién gobierna en México? ¿El Senado o Ricardo Salinas Pliego cuando logra controlar los vericuetos del proceso legislativo? ¿La Secretaría de Comunicaciones y Transportes o Unefon? ¿La Comisión Nacional Bancaria o los bancos que se rehúsan a cumplir con las obligaciones de transparencia que la ley les exige? ¿ La Secretaría de Educación Pública o Elba Esther Gordillo? ¿La Comisión Federal de Competencia o Carlos Slim? ¿Pemex o Carlos Romero Deschamps? ¿Ustedes o una serie de intereses que no logran contener?
Porque ante los vacíos de autoridad, la captura regulatoria y las decisiones de política pública que favorecen a una minoría, la respuesta parece obvia.
México hoy padece lo que algunos llaman "Estados dentro del Estado", o lo que otros denominan "una economía sin un gobierno capaz de regularla de manera eficaz". Eso -y no la caída de la producción petrolera- es lo que condena a México al subdesempeño crónico.
Una y otra vez, el debate sobre cómo promover el crecimiento, cómo fomentar la inversión y cómo generar el empleo se encuentra fuera de foco.
El gobierno cree que para lograr estos objetivos, basta con tenderle la mano al sector privado para que invierta bajo cualquier condición. Y el sector privado, por su parte, piensa que la panacea es que se le permita participar en el sector petrolero, por dar un ejemplo.
Pero ésa es sólo una solución parcial a un problema más profundo. El meollo detrás de la mediocridad de México se encuentra en su estructura económica y en las reglas del juego que la apuntalan.
Una estructura demasiado top heavy o pesada en la punta de la pirámide; una estructura oligopolizada donde unos cuantos se dedican a la extracción de rentas; una estructura de complicidades y colusiones que el gobierno permite y de la cual también se beneficia.
Claro, muchos de los miembros del gobierno de Felipe Calderón, y muchos de los presentes en este foro, hablarán de crecimiento como una prioridad central.
Pero más bien lo perciben como una variable residual. Más bien parecería que buscan -y duele como ciudadana reconocerlo- asegurar un grado mínimo de avance para mantener la paz social, pero sin alterar la correlación de fuerzas existente. Sin cambiar la estructura económica de una manera fundamental.
Y el problema surge cuando ese modelo comienza a generar monstruos; cuando ese apoyo gubernamental a ciertas produce monopolios, duopolios y oligopolios que ya no pueden ser controlados; cuando las "criaturas del Estado" -como las llamal Moisés Naim- amenazan con devorarlo.
Sólo así se entiende la devolución gubernamental de 550 millones de dólares a Ricardo Salinas Pliego, por intereses supuestamente mal cobrados, un día antes del fin del sexenio de Vicente Fox.
Sólo así se entiende el comunicado lamentable de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes hace un año celebrando la alianza entre Telemundo y Televisa, cuando en realidad revela una claudicación gubernamental ante la posibilidad de una tercera cadena.
Sólo así se comprende que nadie levante un dedo para sancionar a TV Azteca cuando viola la ley al rehusarse a transmitir los spots del IFE o se apropia del Cerro del Chiquihuite.
Sólo así se entiende la aprobación de la llamada "Ley Televisa" por la Cámara de Diputados y la de Senadores en 2006.
Sólo así se entiende la posposición ad infinitum en el Senado de una nueva ley de medios para promover la competencia en el sector.
Sólo así se comprende que la reforma de Pemex deje sin tocar el asunto del sindicato.
Sólo así se entiende la posibilidad de dar entrada a Carlos Slim a la televisión sin obligarlo a cumplir con las condiciones de su concesión original.
Síntomas de un gobierno ineficaz. Señales de un gobierno doblegado. Muestras de un gobierno coludido.
Con efectos cada vez más onerosos y cada vez más obvios que la crisis pone en evidencia, porque no logramos reformarnos a tiempo.
Mucha riqueza, pocos beneficiarios. Crecimiento estancado, país aletargado. Intereses atrincherados, reformas diluidas. Poca competencia, baja competitividad. Poder concentrado, democracia puesta en jaque. Un gobierno que en lugar de domesticar a las criaturas que ha concebido, ahora vive aterrorizado por ellas.
¿Cuáles son las consecuencias del mal capitalismo mexicano? Donde las élites tradicionales son fuertes, la gobernabilidad democrática es poco eficaz, los partidos políticos tienden a ser minimalistas.
En México, el incrementalismo de la política pública puede ser atribuido a élites tradicionales que usan su poder para bloquear reformas que afectan sus intereses, o asegurar iniciativas que protejan su situación privilegiada.
Si ustedes verdaderamente quieren que México crezca, tendrán que crear la capacidad de regular y reformar en nombre del interés público.
Tendrán que mandar señales inequívocas de cómo van a desactivar esos "centros de veto" que están bloqueando el crecimiento económico y la consolidación democrática: Los monopolistas abusivos, los sindicatos rapaces, las televisoras chantajistas, los empresarios privilegiados y sus aliados en el gobierno.
Si ustedes verdaderamente quieren que México prospere, tendrán que tomar decisiones que desaten el dinamismo económico, que fortalezcan la capacidad regulatoria del Estado y contribuyan a construir mercados, que promuevan la competencia y, gracias a ello, aumenten la competitividad.
En pocas palabras, usar la capacidad del Estado para contener a aquellos con más poder en el gobierno, con más peso que el electorado, con más intereses que el interés público.
¿Qué hacer? Los conmino a leer textos tan influyentes como "The Growth Report" y "The Power of Productivity".
A estar conscientes de lo que todo país interesado en crecer y competir debe hacer para lograrlo.
A saber que ello requiere una economía capaz de producir bienes y servicio de tal manera que los trabajadores puedan ganar más y más.
A entender que ello se basa en la expansión ráída del conocimiento y la innovación; en nuevas formas de hacer las cosas y mejorarlas; en técnicas que aumentan la productividad de manera constante.
A reconocer que las economías dinámicas suelen ser aquellas capaces de promover la competencia y reducir las barreras de entrada a nuevos jugadores en el mercado.
A entender que esa tarea del gobierno -a través de la regulación adecuada- crear un entorno en el cual las empresas se vean presionadas por sus competidores para innovar y reducir precios, y pasar esos beneficios a los consumidores.
A comprender que si eso no ocurre, nadie tiene incentivos para innovar. En lugar de ser motores de crecimiento, las empresas protegidas y/o monopólicas terminan estrangulándolo.
En pocas palabras, la competitividad -factor indispensable para atraer la inversión y con ella remontar la crisis, como sugería Sanguinetti- Está vinculada a la competencia.
El crecimiento económico está ligado a la competencia. La innovación y, por ende, el dinamismo y la creación de empleos se desprenden de la competencia.
La inversión que se canaliza hacia nuevos mercados y nuevas oportunidades es producto de la competencia. No es una condición suficiente pero sí es una condición necesaria. No bastará por sí misma para desatar el crecimiento, pero sin ella jamás ocurrirá, por más dinero público que se inyecte a la economía mediante políticas contracíclicas.
Y, ¿cómo empezar a empujar eso? Con una tercera cadena de televisión; con el fomento de la competencia en banda ancha a través de la red de la Comisión Federal de Electricidad; con el fortalecimiento de los órganos regulatorios, con la sanción a quienes violen los términos de su concesión; con la reacción de mercados funcionales, como ya se logró con las aerolíneas de bajo costo; con medidas que se empiecen a desmantelar cuellos de botella y a domesticar a esas "criaturas del Estado".
Tiene que ver con la inauguración de un nuevo tipo de relación entre el Estado, el mercado y la sociedad.
Porque si la clase política de este país no logra construir los cimientos del capitalismo democrático, condenará a México al subdesempeño crónico. Lo condenará a seguir siendo un terreno fértil para los movimientos populares contra las instituciones; un país que cojea permanentemente debido a las instituciones políticas que no logra remodelar; los monopolios públicos y privados que no logra desmantelar; las estructuras corporativas que no logra democratizar.
Será lo que Felipe Calderón llama "un país de ganadores" donde siempre ganan los mismos.
Un lugar donde muchas de las grandes fortunas empresariales se construyen a partir de la protección política, y no de la innovación empresarial.
Un lugar donde el crecimiento de los últimos años ha sido menor que en el resto de América Latina debido a los cuellos de botella que los oligopolios han diseñado, y que sus amigos en el gobierno les ayudan a defender.
Un lugar donde las penurias que Madame Calderón de la Barca enfrentó con los aeropuertos, los maleteros, los taxis, las gasolineras, la telefonía y la televisión son las mismas que padecen millones de mexicanos más.
Ese consumidor sin voz, sin alternativa, sin protección. Ese hombre invisible. Esa mujer sin rostro.
Esa persona que paga -mes tras mes- tarifas telefónicas más altas que en casi cualquier parte del mundo.
Esa compañía que paga -mes con mes- servicios de telecomunicaciones que elevan sus gastos de operación y reducen sus ganancias.
Miles de personas con comisiones por servicios financieros que no logran entender, con cobros inusitados que nadie puede explicar, parados en la cola de los bancos. Allí varados. Allí desprotegidos. Allí sin opciones. Allí afuera.
Víctimas de un sistema económico disfuncional, institucuionalizado por una clase política que aplaude la aprobación de reformas que no atacan el corazón del problema.
Presidentes, secretarios de Estado, diputados, senadores y empresarios que celebran el consenso para no cambiar.
Aunque se agradece que este foro finalmente acepte la magnitud de la crisis, si de aquí no surgen medidas concretas para mirar más allá de la coyuntura, revelará nuevamente nuestra incapacidad para encarar honestamente los problemas que México viene arrastrando desde hace décadas.
Revelará la propensión de los sentados aquí a proponer reformas aisladas, a anunciar medidas cortoplacistas, a eludir las distorsiones del sistema económico, a instrumentar políticas públicas a pedacitos, para llegar a acuerdos que sólo perpetúan el statu quo.
Mientras tanto, la realidad acecha a golpes de 327 mil despedidos, crecimiento negativo, el lugar 60 de 134 en el índice Global de Competitividad y una nación que dice reformarse mientras evita hacerlo.
México no crece por la forma en la cual se usa y se ejerce y se comparte el poder. Ni más ni menos.
Por las reglas discrecionales y politizadas que rigen a la república mafiosa, a la economía "de cuates".
Por la supervivencia de las estructuras corporativas que el gobierno creó y sigue financiando.
Por un modelo económico que canaliza las rentas del petróleo a demasiadas clientelas.
Por un sistema político que funciona muy bien para sus partidos pero muy mal para sus ciudadanos. Un sistema de "extracción sin representación".
Creando así un país poblado por personas obligadas a diluir la esperanza; a encoger las expectativas; a cruzar la frontera al paso de 400 mil personas al año en busca de la movilidad social que no encuentran aquí; a vivir con la palma extendida esperando la próxima dádiva del próximo político; a marchar en las calles porque piensan que nadie en el gobierno los escucha; a desconfiar de las instituciones; a presenciar la muerte común de los sueños porque México no avanza a la velocidad que podría y debería.

Cortinilla de Denise Dresser

Denise Dresser / Cortinilla
Reforma (09-Feb-2009)
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Estimado televidente. Interrumpimos su programación favorita para hacer el siguiente anuncio: nosotros, Televisa y Televisión Azteca, queremos hacer explícita nuestra posición en la correlación de fuerzas políticas y económicas del país.
Que quede claro: estamos por encima de las instituciones representativas, de las autoridades electorales, del Congreso, del IFE, de la Secretaría de Gobernación, de la Constitución, del Presidente mismo. Aunque ustedes no votaron por Emilio Azcárraga o Ricardo Salinas Pliego, ellos mandan.
Aunque lamentamos interrumpir el Súper Tazón y el partido de futbol soccer, se ha vuelto imperativo hacerlo. Es importante que el país lo entienda; estamos dispuestos a poner en jaque a la democracia con el objetivo de proteger nuestros intereses. Y usaremos todos los instrumentos disponibles a nuestro alcance, incluyendo el chantaje, la presión y la tergiversación desde el púlpito más importante del país que es la pantalla de televisión.
Es cierto que llegamos a un acuerdo con el IFE hace un año, en el cual quedó establecido que no sería necesario interrumpir la programación de eventos deportivos y culturales para transmitir los "spots" de los partidos. Es cierto que los tiempos oficiales designados para ellos son sólo de un par de minutos por hora. Es cierto que el IFE no nos obliga a transmitirlos de manera continua, como lo hicimos. Es cierto que hemos diseminado el argumento de la "saturación" de forma tramposa, sabiendo que en realidad se trata de anuncios que se transmitirán a lo largo del país y durante cinco meses. Pero ¿qué importa el Cofipe? ¿Qué importa el consenso al cual llegaron todas las fuerzas políticas del país en torno a la reforma electoral? Si desde hace años hemos estado por encima de la ley o la hemos doblado a conveniencia y sin sanción.
A nosotros -Televisa y TV Azteca- no nos importa respetar las reglas ni cumplir con las obligaciones marcadas por la Constitución. Exigiremos el apego estricto a la legalidad cuando de otros se trate, pero en nuestro caso, defendemos el derecho a la excepcionalidad. Vaya, ni que fuéremos una concesión pública. Ni que tuviéramos que ajustarnos a las normas. Contamos con el privilegio de mandar. Y lo utilizaremos cada vez que queramos, para clamar, tal y como AMLO lo hizo: "al diablo con sus instituciones".
Porque esas instituciones tomaron la decisión de cortar el cordón umbilical que habíamos logrado tender entre los partidos y la televisión. Nos arrebataron la seguridad de recibir millones de pesos durante cada temporada electoral, a través de la venta -a precios discrecionales, por cierto- de "spots" a los partidos y a sus candidatos. Nos quitaron el gran instrumento de chantaje que teníamos sobre la clase política, como el que usamos contra Felipe Calderón en la elección del 2006, cuando le dijimos que si su partido no votaba en favor de la "Ley Televisa", iba a desaparecer de la pantalla y jamás lograría remontar los 8 puntos de distancia que lo separaban de Andrés Manuel López Obrador entonces. Esa reforma electoral que nos hemos dedicado a desacreditar dificulta la posibilidad de sacar leyes a modo, aunque lo seguiremos intentando. Total, la elección intermedia vuelve vulnerables, otra vez, a todos aquellos que buscaron acotarnos. Gracias a ello podremos asegurar que no habrá una ley de medios en lo que resta del sexenio.
Es tan fácil desacreditar a nuestros adversarios dada la magnitud de los errores que cometen y lo pusilánimes que son. Allí está el Partido Verde, gastando millones de pesos en camisetas. Allí está el IFE, tan torpe y timorato, refiriéndose a lo que hicimos como una simple "conducta atípica". Allí están los consejeros, cuya credibilidad nos hemos dedicado a minar, aún debatiendo qué van a hacer para aplicar las normas abigarradas que los partidos crearon. Afortunadamente la nueva legislación es tan compleja y contiene tantas lagunas que sin duda va a entrampar a la autoridad electoral aún más. El IFE ni siquiera ha podido asumir una postura en torno a los infomerciales que le hemos vendido a Marcelo Ebrard y a Enrique Peña Nieto, en clara violación a la reforma electoral. Lo único que la autoridad ha logrado hacer ante nuestro desafío más reciente es publicar un desplegado que nadie leyó y rogar que asistamos a una "audiencia".
Mientras tanto, y de manera sincronizada, seguiremos alimentando la polarización política y la animadversión ciudadana. Continuaremos promoviendo las campañas de desinformación que hemos desencadenado en contra de la reforma electoral, y encontraremos a un buen grupo de intelectuales dispuestos a ayudarnos en esta tarea. Seguiremos escalando la confrontación entre los ciudadanos y las normas constitucionales. Continuaremos fomentando el cuestionamiento a las instituciones y a los partidos, porque nuestra apuesta es llegar a un buen acuerdo personal con el político que impulsaremos a Los Pinos en el 2012. Seguiremos mandando el mensaje a todos los mexicanos de que no es necesario obedecer la ley. Continuaremos enrareciendo el ambiente, con el afán de perseguir nuestros intereses aunque sea a costa de la estabilidad del país. Y nos criticarán en algunos periódicos y en algunos programas de radio, pero aprovecharemos la asimetría informática que hay en nuestro favor. Es la única forma de hacerles entender a todos esos senadores, a todos esos diputados, a todos esos reguladores, a todos esos ministros de la Suprema Corte, a todos esos insubordinados, que el país es nuestro. La pantalla es nuestra. La política es nuestra.
El costo para Televisa y TV Azteca es menor: ya pudimos borrar a un senador y la multa sólo fue de algunos miles de pesos o algo así; ya pudimos tomar el Cerro del Chiquihuite y devorar al Canal 40 sin problema. Como no se ha reformado la Ley de Radio y Televisión por el miedo que nos tienen, el gobierno actualmente no cuenta con instrumentos para sancionarnos de verdad. Seguiremos haciendo lo que nos da la gana, como tantos otros poderes fácticos en este país. Si alguien intenta criticarnos, diremos que es una "venganza" de la clase política y quién sabe por qué se ha dado; repetiremos que todos los problemas del país provienen de la partidocracia y que -en realidad- es mejor ser gobernados por nosotros aunque nadie nos haya elegido en las urnas. Y bueno, pues ya estamos pactando con Enrique Peña Nieto y con Manlio Fabio Beltrones para preservar nuestros privilegios. Ojalá y cuando el PRI regrese al poder se acaben estos esfuerzos molestos por contener el poder que hemos acumulado.
Gracias por su atención, estimados televidentes, y volvamos al Súper Tazón.